You're completely idiot, but I think I wanna kiss you. - Elliot B. Crawford -

- Eres un puto estúpido. - dijo, frunciendo el ceño, no menos enfadado que hacía minutos, pero si mas calmado.Ya no tenían que ponerse entre ambos, para que Theo intentase golpear al otro. Intentaba remontar la disputa de ambos hasta el inicio, ¿por qué había sido? Por una estúpida tontria: Theo se había chocado con Elliot, sin querer, y el otro se puso echo una furia, con esa soberbia y arrogancia que tanto disgustaba a Theodore, él había intentado hacerle entender que había sido sin querer, que no tenía que ponerse de aquella manera, pero el otro no cedió, y como si no hubiera sido la primera vez, acabaron discutiendo, sin ninguna razón aparente, mas que el orgullo de ambas partes. Hasta que claro, un profesor los separó y los castigó en el lugar en el que estaban.

Ese era un lugar algo incómodo para Tedd, pues era angosto y la luz era mínima, ¿cómo podían tener tantos trofeos? Se preguntaba, aunque esa no era su gran pregunta: ¿podrían limpiarlos todos?. No quería hacerlo, por supuesto que no, estaba convencidísimo que no había sido culpa suya, ¿por qué iba a limpiarlos él? Se daba cuenta de que era una conducta arrogante, pero era algo que le pasaba cuando cruzaba palabras con Elliot. Lo miró, con cara de odio. - Enserio, no puedo creer que por tu culpa hayamos acabado así. - dijo suspirando y dejando caer el trapo que tenía en las manos al suelo. Frunció los labios y suspiró. - Eres la persona que de mas mala leche me pone, enhorabuena. - "sin contar a Klaus", dijo y pensó, seguidamente.

- Enserio, que asco te tengo. - dijo entrecerrando los ojos, "ojalá me besaras", pensó, instatnea y inconscientemente. ¿Lo había pensado? No quería pensar eso, se hacía sentir peor, pero era la verdad, no podía negarlo, desde la primera vez que vio a Elliot le había encantado, le atraía mucho. Se mordía el labio inferior en las clases mirándolo, no era el único, estaba claro, pero su arrogancia lo hacía mas especial: le atraía pero lo detestaba con todas sus fuerzas.

Ya de buena mañana no tenía nada que hacer, me aburría demasiado así que decidí hablar con algunos de mis compañeros de casa para hacer algo por ahí, pero por desgracia nadie podía esa mañana. Había pensado en dormir durante todo el día pero eso significaba no dormir en toda la noche, y no me gustaba mucho la idea. Poco después decidí ir a dar una vuelta por el castillo ya que podía encontrarme con alguien de casualidad seguro, siempre había alguna persona por los pasillos a esas horas de la mañana y merecía la pena en vez de quedarse tumbado en el sofá de la sala común de Slytherin. Cuando salí de la común fui directamente al primer piso del castillo a darme un paseo, y justamente antes de llegar me encontré con uno de mis compañeros de casa con el que seguí el ansiado paseo. Estábamos riendo y comentando sobre la gente que había en los pasillos cuando de pronto vimos la Sala de Trofeos, decidimos ir a echar un vistazo rápidamente y justo en el interior de la habitación, mientras caminaba, choqué contra algo que me hizo perder el equilibrio pero por fortuna logré recuperarlo antes de caer y ser víctima de un ridículo espantoso. Levanté la vista y miré al muchacho de arriba abajo, de Hufflepuff como no, que por desgracia conocía y que lo que acababa de pasar no tendría un resultado bueno para él. Wolfsbane me sacaba de quicio, no podía soportarle y todo tema que estuviera relacionado con él me molestaba. - ¿Eres idiota? ¡Mira por dónde vas! - exclamé marcando terreno y haciéndole ver que había cometido un error. La reacción del tejón fue como esperaba, se había puesto completamente a la defensiva y eso mostraba un carácter totalmente distinto de él, pero por muy distinto que fuera no estaba ni siquiera a la altura.

El tejón empezó a discutir, no aceptaba que la culpa fuera suya si no todo lo contrario y eso no me gustaba para nada. Se me subían los humos a la cabeza cada vez que hablaba, el chico lograba ponerme de los nervios y la cosa se iba de las manos, ahora eramos el centro de atención de un montón de chicos y me di cuenta de que no era más que una tontería seguir discutiendo por una confusión. Por desgracia era demasiado tarde, pues un profesor llegó y nos apartó a los dos echando a todo el mundo de la sala y cerrando las puertas. No formaba parte de mí meterse en un lío, de hecho detestaba saltarme las normas pero así fue. Nos soltó un discurso de casi 15 minutos y cuando paró, nos dio unos cuantos trapos y cubos llenos de agua hasta arriba, miré los objetos de limpieza y me negué completamente a limpiar los trofeos de la sala. Cuando el profesor se fue, le miré de reojo enfadado y bufé agarrando ambos, trapo y cubo, para acabar cuanto antes de limpiar todo. Escuchaba sus comentarios sin darles mucha importancia, empecé a limpiar la primera fila de trofeos centrándome en acabarla rápido para pasar a la siguiente y así cuanto antes deshacerme del crío.

Por un momento me quedé mirándole el cuerpo, sí, era guapo pero me daba muchísimo asco en aquel momento que me arrepentía de seguir mirándole. ¿Cómo podía ser tan guapo y a la vez tan arrogante? , lo detestaba con toda mi alma y casi todo el castillo lo sabía, estas paredes habían sido fruto de peleas y discusiones entre ambos. Nunca había imaginado acabar limpiando trofeos por una discusión típica de las nuestras pero esperaba que así aprendiera la lección tanto él como yo. - Mira ni me hables, quiero acabar cuanto antes para que desaparezcas de mi vista - suspiré con una mirada de asco hacía él. Muchas veces se habían parado para decirme, ''¿No estarás obsesionado con él verdad?'', siempre acababa riéndome delante de la persona que me preguntaba eso. No paraba de mirarme y eso me ponía de los nervios pero a la vez tenía curiosidad de porqué lo hacía.

- ¿Se puede saber que miras? - pregunté acercándome con el trapo en la mano. Volví a quedarme mirándole con una expresión facial de indiferencia, le agarré con fuerza de la camisa y le empuje despacio contra la pared. - ¿Acaso tengo algo en la cara enano? ¿A qué esperas para trabajar? - amenacé al tejón con preguntas para que respondiera de una vez. Olvidé mencionar que detestaba con locura que no respondiera a mis cuestiones, me sentía completamente ignorado y no me hacía ninguna gracia ya que me gustaba que me miraran a la cara por lo menos cuando decía alguna cosa.