Como si ya lo hubiera vivido | Evan Gianetti

Cuando se trata de quidditch nunca se sabe exactamente qué puede suceder, supongo ese es uno de los aspectos que más llaman mi atención del deporte en sí, la dificultad para predecir su futuro cercano... No sabemos cuanto durará ni qué sucederá en su transcurso, lo único que sabemos es que acabara cuando alguien tenga en mano a la escurridiza snitch. Cuando el curso comienza siempre hay una serie de estudiantes que aspiran a ocupar el puesto vacante que los graduados desocuparon, este anio había sucedido lo de siempre, se había convocado a una especie de práctica que luego daría paso a un tiempo de prueba donde básicamente los nuevos luchan por la atención del capitán, es bastante divertido pero comúnmente caótico y aunque suelo disfrutar los tiempos de práctica esta vez resulto ser la excepción. Un chico, creo que estaría en el quinto curso como mucho, al parecer sus aspiraciones aunque eran altas no eran del todo acertadas... Su puntería era un completo chiste y lo demostró a derribarme de la escoba con una de las bludgers, a ver, joder, soy el guardián ¿por qué carajo apuntarme a mi cuando tienes a el jugador con la quaffle a metros de distancia? En fin, está claro que las caídas libres no son de lo más seguras y que claramente termine con unos cuantos golpes... De verdad no tengo idea de como mantuve la consciente pues el golpe que me lleve en la cabeza fue monumental.

Par de chicos en su intento por llamar la atención se decidieron a ayudarme, sus brazos básicamente me cargaron pues mi torpeza al caminar era tanta que por poco y lograba dar dos pasos. Debía tener moretones por todos lados, no lo sabía porque no lograba visualizar mi cuerpo como tal... Todo estaba tan blanco, mi visión nublada no me permitía saber más que lo que necesitaba: Estaba en movimiento. Cada paso que dábamos era un nuevo dolor, mi cuerpo parecía que palpitaba en algunas zonas y lastimosamente estos latidos iban acompañados de punzadas de dolor poco agradables. No grite, no me queje o bueno, eso no es lo que yo creía que estaba haciendo. Escuche palabras, los chicos estos se decían cosas entre sí, de seguro se burlaban del idiota que me hizo caer de la escoba, o bueno, eso supuse, yo lo habría hecho. Comprendí llegamos a la enfermería cuando uno de ellos empezó a murmurarme "llegamos" como unas diez veces... Oh vamos, no me había quedado sordo, sólo estaba algo aturdido, quizá por la misma razón por la que veía nublado, el golpe en la cabeza había traído más de una consecuencia. Escuche como una gran puerta se abrió, efectivamente habíamos llegado a la enfermería. Joder, que luz que salía de las ventana, todo se veía tan blanco, tan limpio.

-No veo bien, me duele todo y no sé si estoy hablando correctamente.- Balbuceé aquello, mi intención era informar al enfermero más allá de lo que pudiesen informar los chicos que me trajeron. No voy a mentir, si fuese el capitán del equipos los habría dejado entrar de inmediato, sin ellos no me habría llegado ni al hall del colegio.

Escuche la voz de una mujer, supuse se trataba de la enfermera pues lo único que visualice de su figura -nublada ante mis ojos- fue una mancha de color rojizo, casi naranja. Una enfermera pelirroja, pensé, pero a ver ¿qué carajo hago pensando en el color de cabello de la enfermera? Lo que realmente importaba ahora mismo es que la mujer supiera hacer su trabajo. No entendí muy bien lo que se decía a mis alrededores, no les quise prestar atención pues tendría que hablar nuevamente y no quería hacer tal esfuerzo. Pude sentir como me movían nuevamente y al cabo de unos pocos segundos note como es que me encontraba posado sobre algo solido, de seguro me habían depositado sobre una camilla. Había cerrado los ojos aun y cuando sabía que la luz había disminuido, a alguien se le habría ocurrido la brillante idea de cerrar las persianas del lugar.

Abrí mis ojos en cuanto escuche el sonido de la puerta cerrarse, los chicos se habían marchado, ya estaba a manos propias de la enfermera. Parpadeé par de veces en un intento vago por recuperar la visión, joder, mi cabeza empezaba a dolerme ¿o es que me dolía de antes y ahora es que estoy asimilándolo? No lo sé, el caso es que duele y que palpita como si de un corazón de tratara. Preste completa atención a las palabras de la enfermera, creía era importante. -Espera.- Murmuré y entonces intente reincorporarme un poco pero mi torpeza motora no me permitió más que levantarme por unos pocos segundos, mi brazos cedieron a mi peso en cuestión de segundos. -Quisiera invitarte a un café primero, pero está bien, quítame lo que quieras.- Su voz reflejaba juventud y como de chistoso lo tengo todo debo admitir que no pude reprimir el comentario, al final el humor suele aliviarme de muchos dolores o problemas y esperaba esta vez me aligerara el mal rato. Su pregunta me hizo arrugar la frente. -La verdad no lo sé, no me dio tiempo de contarlos.- Mis palabras salpican ironía por toda la enfermería, claramente no tenía ni idea de a cuanto metros caí y tampoco tengo mucha cabeza como para hacerme una idea.

Trate de moverme en lo que pudiera para agilizarle los actos a la chica, de seguro quitarle la ropa a un inmóvil no sería para nada sencillo. Escuche sus palabras y asentí muy lento, probablemente se trataría de diez metros o un poco más, no tenía como discutírselo. -Soy guardián... Imagine mas o menos el alto de los aros del quidditch.- Estaba hablando mucho mejor, no sé si es que el tiempo o el trauma de la caída iba reduciendo pero el caso es que al menos ya podía expresarme con facilidad. Esperaba poder servir de ayuda a la mujer, supongo no es fácil imaginar de qué sufre tu paciente cuando ni siquiera sabes qué le sucedió exactamente o donde se golpeó además. Baje la mirada a mi cuerpo para observar en silencio como me despojaba de mis protecciones, como ella decía, de no traer el equipo conmigo habría terminado muerto o sin piernas y brazos, era una suerte, demasiado era que estuviera allí en las enfermería y pudiera darle información de mi caída y sentir.

Trate de enfocar mi vista mejor, me daba una curiosidad tremenda visualizar a quien me atendía. Pelirroja, joven, piel clara casi pálida... Oh, pero mira, yo conocía a la chica. -Kendra.- Solté de la nada en un tono que podría asignarse de entusiasmado, no sé porqué pero saber que me atendía alguien a quien conocía me causaba una gracia grandísima, me gustaba. Sonreí muy poco, lo que el dolor me dejaba. -¿Quede tan deformado que no me recuerdas?- Pregunté en un impulso, queriendo sonar divertido. No culpaba a la chica si se sentía aturdida por mis continuas palabras, pero vamos, esperaba me entendiera, me estaba doliendo cada parte de mi cuerpo, por poco veía bien y escuchaba lo suficiente, obviamente lo único que quería era matar ciertos nervios y distraerme con ello. Empecé a mover la pierna sin querer, inquieto, haciendo muecas mínimas ante cada movimiento, porque sí, moverse significaba dolor.