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AÑO 2019 Vivimos en una época donde hay pocos que se hacen llamar: Sangre Limpia. Y esto no es por una extinción de los mismos, sino más bien porque nadie se reprocha que tipo de sangre son. La igualdad ha avanzado ampliamente en cuando a los derechos de los nacidos de Muggles. Hasta ahora no existe ningún movimiento conocido en contra de los hijos de seres no mágicos, por supuesto a excepción de uno que otro vándalo racista como comúnmente han existido por siglos. Sin embargo el que la gente se confié de la paz es un error: ¿Quién sabe cuando moverán la reina roja y harán un Jaqué Mate inesperado? {Leer más}
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Verde naturaleza y naranja atardecer [Megara N. Longbottom]
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Verde naturaleza y naranja atardecer [Megara N. Longbottom]
Jueves 3 de octubre, 2019
Ya era costumbre desviarse a las cocinas antes o después de pasar por la Sala Común de Hufflepuff. Los elfos ya la conocían y Babette ya sabía la mayoría de los nombres de quienes trabajaban en las cocinas. Se ahorraba un camino hasta el Gran Salón y, mucho mejor, podía conseguir uno que otro bocadillo en horarios fuera de los habituales. Si bien no se la pasaba comiendo y respetaba una sana dieta, los snacks de los elfos domésticos eran innegables y demasiado apetitosos como para no darse la vuelta. Además, una que otra vez la retenían con charlas entretenidas e historias ruidosas. Babette se encantaba, la mayoría de ellos tan amistosos y simpáticos, dichosos de sus trabajos en Hogwarts y orgullosos de los banquetes que presentaban. Babette, por supuesto, los halagaba y, a cambio, recibía sencillos regalos hechos con dulces vegetales o rebanadas de postres.
Esa tarde no había sido la excepción y, de regreso a la Sala Común luego de su última clase, se pasó por las Cocinas. Babette pidió unos pocos aperitivos y los dejó: ya estaban preparando la cena con gran entusiasmo. Trocitos de zanahoria y apio, bañados en una salsa que jamás podía adivinar todos sus ingredientes, fue lo que se llevó de camino a su habitación. Dejó con suavidad los pergaminos usados sobre su cama y se sentó junto a ellos a acabarse los vegetales. En cuanto terminó, se dejó caer sobre la suave colcha de su cama y soltó un largo y agotador suspiro. Podría haber dormido una siesta pero el día estaba tan bonito… Que se decidió por ir a los jardines. Seguramente allí encontraría a más de un conocido disfrutando de los últimos rayos del cálido sol antes de la hora de cenar.
No veía a Caleb desde el desayuno. Seguramente se habría saltado a todas sus clases porque compartían las suficientes como para pasarlo por alto. Su mellizo era, al contrario que ella, muy alto. Con sus movimientos y gestos llamaba la atención, y solía ser el payaso de la clase. O el galán de las chicas. Ya fuese porque tenía algún plan de bromas o porque había decidido esconderse por algún rincón con alguna chica, Babette no había visto a su hermano en todo el día. Y, por una cosa u otra, su hermano se la pasaba en detención. Le gustaba bufarse creativamente de los profesores y soltar chascos en los corredores. Era un cliente usual en Zonkos. Así que, suponiendo que ésta no era una excepción, lo creyó castigado o haciendo algo que lo llevaría a la sala de detención. Decidió olvidar a Caleb por lo que restaba de la tarde. De todos modos, había días en los que se despertaba insoportable y, por lo que recordaba del desayuno, ése era uno de esos días para Caleb Lasserre Lalaurie.
A quien no había visto en todo el día era a su amiga Megara Longbottom. Pero sabía muy bien que en los jardines tenía altas probabilidades de hallarla. Era una especie de pacto no hablado que se les había formado con el paso de los años. No debían llamarse o buscarse, acababan por chocarse por donde sus impulsos las llevasen. Porque no sólo eran muy buenas amigas, tenían cierta capacidad de sentirse conectadas incluso después de un largo día.
Babette se decidió por salir del castillo porque si había algo a lo que estaba acostumbrada y que le fascinaba, era el aire libre. No sólo el paisaje y la respiración eran más puras, sino que los estudiantes se transformaban en otras personas. Para los ojos de Babette, así era. La naturaleza llevaba al ser humano a un estado de libertad que liberaba todas las tensiones que uno tuviera. Eran las sensaciones y los libros los que le habían dado aquella perspectiva. Porque, otra cosa que a Babette le llenaba el alma además de los ratos al aire libre y junto al verde, era la literatura. Con el pasar de los años, se había llenado de conocimientos con todo tipo de libros. Muggles o mágicos, les encontraba un encanto mayor que ninguno.
Así que, sumergida en sus pensamientos alegres, recorrió los últimos corredores y salió en dirección a los bonitos jardines de Hogwarts.
Off: Perdón, no me inspiré con nada
Ya era costumbre desviarse a las cocinas antes o después de pasar por la Sala Común de Hufflepuff. Los elfos ya la conocían y Babette ya sabía la mayoría de los nombres de quienes trabajaban en las cocinas. Se ahorraba un camino hasta el Gran Salón y, mucho mejor, podía conseguir uno que otro bocadillo en horarios fuera de los habituales. Si bien no se la pasaba comiendo y respetaba una sana dieta, los snacks de los elfos domésticos eran innegables y demasiado apetitosos como para no darse la vuelta. Además, una que otra vez la retenían con charlas entretenidas e historias ruidosas. Babette se encantaba, la mayoría de ellos tan amistosos y simpáticos, dichosos de sus trabajos en Hogwarts y orgullosos de los banquetes que presentaban. Babette, por supuesto, los halagaba y, a cambio, recibía sencillos regalos hechos con dulces vegetales o rebanadas de postres.
Esa tarde no había sido la excepción y, de regreso a la Sala Común luego de su última clase, se pasó por las Cocinas. Babette pidió unos pocos aperitivos y los dejó: ya estaban preparando la cena con gran entusiasmo. Trocitos de zanahoria y apio, bañados en una salsa que jamás podía adivinar todos sus ingredientes, fue lo que se llevó de camino a su habitación. Dejó con suavidad los pergaminos usados sobre su cama y se sentó junto a ellos a acabarse los vegetales. En cuanto terminó, se dejó caer sobre la suave colcha de su cama y soltó un largo y agotador suspiro. Podría haber dormido una siesta pero el día estaba tan bonito… Que se decidió por ir a los jardines. Seguramente allí encontraría a más de un conocido disfrutando de los últimos rayos del cálido sol antes de la hora de cenar.
No veía a Caleb desde el desayuno. Seguramente se habría saltado a todas sus clases porque compartían las suficientes como para pasarlo por alto. Su mellizo era, al contrario que ella, muy alto. Con sus movimientos y gestos llamaba la atención, y solía ser el payaso de la clase. O el galán de las chicas. Ya fuese porque tenía algún plan de bromas o porque había decidido esconderse por algún rincón con alguna chica, Babette no había visto a su hermano en todo el día. Y, por una cosa u otra, su hermano se la pasaba en detención. Le gustaba bufarse creativamente de los profesores y soltar chascos en los corredores. Era un cliente usual en Zonkos. Así que, suponiendo que ésta no era una excepción, lo creyó castigado o haciendo algo que lo llevaría a la sala de detención. Decidió olvidar a Caleb por lo que restaba de la tarde. De todos modos, había días en los que se despertaba insoportable y, por lo que recordaba del desayuno, ése era uno de esos días para Caleb Lasserre Lalaurie.
A quien no había visto en todo el día era a su amiga Megara Longbottom. Pero sabía muy bien que en los jardines tenía altas probabilidades de hallarla. Era una especie de pacto no hablado que se les había formado con el paso de los años. No debían llamarse o buscarse, acababan por chocarse por donde sus impulsos las llevasen. Porque no sólo eran muy buenas amigas, tenían cierta capacidad de sentirse conectadas incluso después de un largo día.
Babette se decidió por salir del castillo porque si había algo a lo que estaba acostumbrada y que le fascinaba, era el aire libre. No sólo el paisaje y la respiración eran más puras, sino que los estudiantes se transformaban en otras personas. Para los ojos de Babette, así era. La naturaleza llevaba al ser humano a un estado de libertad que liberaba todas las tensiones que uno tuviera. Eran las sensaciones y los libros los que le habían dado aquella perspectiva. Porque, otra cosa que a Babette le llenaba el alma además de los ratos al aire libre y junto al verde, era la literatura. Con el pasar de los años, se había llenado de conocimientos con todo tipo de libros. Muggles o mágicos, les encontraba un encanto mayor que ninguno.
Así que, sumergida en sus pensamientos alegres, recorrió los últimos corredores y salió en dirección a los bonitos jardines de Hogwarts.
Off: Perdón, no me inspiré con nada
Invitado- Invitado
Re: Verde naturaleza y naranja atardecer [Megara N. Longbottom]
“You may say I’m dreamer,
But I’m not the only one…”
Megara se encontraba tirada sobre la cama cama cantando y dibujando formas completa y absolutamente abstractas en su libreta-diario-librodevetetúasaberque. De esta peculiar manera pasaba la pequeña Longbottom las horas muertas, dibujando, cantando, escribiendo, o comiendo. Si la primera y la última eran las más normales. A lo largo de los años, la rubia había desarrollado un especial cariño hacia el dibujo, ya fuese algo técnico, abstracto o realista, mientras se tratase de rellenar una hoja de papel con diversas técnicas era más que suficiente. Por otro lado también había adquirido un gusto por la comida, desde que comenzó con Roseline a jugar al Quidditch estaba cada dos por tres hambrienta, y muchas otras veces era simplemente gula, cuando se aburría comía. Y esto es así. Claro que luego se levantaba a las cinco de la mañana a correr un ratito “Para bajar los soufflés de ayer” había comentado esa misma mañana cuando una de sus compañeras había cuestionado su salud mental.But I’m not the only one…”
Vamos, que Megara siempre ha sido una persona algo peculiar, de esas que toman helado en pleno invierno mientras afuera está nevando, de las que cuando llega el verano lleva jersey y tres capas de ropa más, de esas que duerme con la almohada en los pies y como mascota tiene un perro tres veces más grande que ella. El caso es, que la oji azul se encontraba como antes he descrito y en la habitación no había nadie con quien hablar, lo cual suponía una gran tortura para ella, ya que si antes comentaba lo mucho que le gustaba comer y dibujar, hablar no se queda atrás, así que, lógicamente, llegó un momento en el cual terminó por aburrirse y escondiendo la libreta debajo del colchón, que es donde lo escondía siempre por miedo a sus compañeras cotillas, se puso unos zapatos y bajó las escaleras saltando. Saludó a un par de niños de primero que se encontraban jugando a una partida de ajedrez mágico en la mitad de la Sala, con todo el mundo mirando. Esos niños le caían bien, era divertido verles discutir sobre si habían hecho o no trampas.
Una vez estuvo fuera de aquel hervidero de gente gritando sobre quien ganaría, Megara decidió pasar por el Gran Comedor para ver si, por alguna casualidad de la vida, se habían dejado algo sin recoger y quedaba algo de comida. –Jouch- murmuró la pequeña Hufflepuff al ver que, una vez más, se habían acordado de recogerlo absolutamente todo. Y no tenía ganas de ir hasta las cocinas, prefería salir un rato a los jardines, donde la brisa soplaba lentamente y algunos de los pajarillos revoloteaban alegres, disfrutando el buen día que se había instalado y no parecía tener intención alguna de irse.
Salió al aire libre e inspiró profundamente, notando como sus pulmones se hinchaban lentamente de aire puro y fresco. A pesar del agradable sol que se podía percibir, también había pequeñas ráfagas de aire que hacían que el pelo de Megara se revolviese, poniéndosele en la cara y que algún que otro escalofrío recorriese su cuerpo. Se tumbó bajo un árbol y cerró los ojos, molestos por la luz del astro solar. La rubia notaba los rayos calentando su cara y el viento haciendo contraste puesto que la enfriaba, y rió. Le hacía gracia como era capaz de notar ambas cosas a la vez, tanto el calor producido por el sol, como el frío producto de la leve brisa.
Lo único que se podía escuchar era el canto de las aves y el fru-fru de las hojas de los árboles entrechocando, era algo simplemente maravilloso. Una escena agradable y que, aunque se repetía bastante durante los meses de primavera y verano, era raro presenciarla en otoño e invierno. Tal vez fuese esa la razón por la que Meg la estaba disfrutando eso. Un leve sonido fuera de lugar hizo que se levantase de golpe y girase la cabeza hacia la entrada del castillo. Inmediatamente una gran sonrisa se implantó en la cara de la amarilla. –BABETTE- gritó haciendo gestos con las manos para que su amiga la viese. Ya la estaba echando de menos. No se habían visto en todo el día, y eso que compartían casa y, por tanto, Sala Común. Esperó a que la otra chica se acercase para palmear un trozo de césped a su lado, indicándole que se sentase. -¿Qué tal el día Babe?- preguntó aún sonriendo y admirando el paisaje que se extendía ante sus ojos.
Invitado- Invitado
Re: Verde naturaleza y naranja atardecer [Megara N. Longbottom]
Babette no podía decir con total seguridad que ella y Megara eran dos Hufflepuff discretas y corrientes. Era común para Babette encontrar pequeñas peculiaridades en la gente y hacerlas gigantes. Destacaba a las personas, algo que la resaltaba a ella como persona. Podían ser características buenas o malas, generalmente eran positivas, y siempre encontraba la manera de hacer sentir bien a las personas consigo mismas. Así era como, con Megara, se discriminaba como fuera de lo común, ambas con rasgos en sus costumbres y gestos distintos del resto. Y algo que a Babette le encantaba de su amiga y que había podido distinguir también en sí misma era el hecho de focalizar los detalles y hacerlos grandiosos. Como ese bonito día. Al parecer, ambas habían tenido la misma fabulosa idea de salir a disfrutarlo.
No pasó ni un instante desde que salió a la luz del sol que su buena amiga Megara Longbottom ya la había localizado. La pequeña Babette sonrió abiertamente y se encaminó con paso suave y danzarín a su encuentro. Se descalzó sus anticuados zapatos y disfrutó el tacto del seco pero frío césped bajo sus pequeños pies. Se sentó e inmediatamente se contagió de la energía relajada de su buena amiga.
- ¿Qué tal el día, Babe? – Le preguntó Megara. Babette no se tomaba muchas cosas a la ligera, así que se tomó un momento para pensar antes de responder. Puesto que cuando alguien le preguntaba algo, aunque fuese por su salud, ella iba más allá de las costumbres y de los modales. Esperaba conversaciones sinceras y profundas. Así que, cuando alguien preguntaba simplezas, esperaba que el receptor hablase en serio.
- A decir verdad… No ha pasado mucho. Me ha faltado real compañía, ¿sabes? Me alegro de por fin encontrarte. ¿Tú qué tal, eh? - Contestó, con tal rapidez que no llegaba a percibirse si era inglés puro. En ocasiones, Babette olvidaba e integraba su lengua madre. Nada peor para un inglés que intentar comprender el ritmo de habla de una francesa hiperactiva. Pero, claro, con Babette no sucedía mucho. Se había acostumbrado a separar ambas lenguas pero eso no quitaba el hecho de la rapidez que la caracterizaba al hablar. Así que, luego de oír con atención la respuesta de Magara, continuó, de la misma forma en que venía, sin tener noción de si su compañera de charla la seguía en totalidad: - Anoche he acabado el último libro que he sacado de la biblioteca. ¡Cuánto me alegra la pequeña sección muggle! ¿Sabes? Desearía que la agrandaran. Uno de estos días terminaré con los clásicos y no sé qué haré entonces.
Sus ojos de caleidoscopio brillaban cuando de literatura se trataba. Su color se fundía en un dulce néctar de un nubloso color indefinido. Si bien Babette solía ser una apasionada de las cosas en general, los libros movían algo dentro de ella más fuerte que cualquier otra cosa. Mayor que el Quidditch, mayor que los momentos curiosos. Era una apasionada, una romántica de la vida.
- ¿Cuándo es la siguiente salida a Hogsmeade? No te imaginas las ganas que tengo de pasar horas y horas en Honeydukes!
No pasó ni un instante desde que salió a la luz del sol que su buena amiga Megara Longbottom ya la había localizado. La pequeña Babette sonrió abiertamente y se encaminó con paso suave y danzarín a su encuentro. Se descalzó sus anticuados zapatos y disfrutó el tacto del seco pero frío césped bajo sus pequeños pies. Se sentó e inmediatamente se contagió de la energía relajada de su buena amiga.
- ¿Qué tal el día, Babe? – Le preguntó Megara. Babette no se tomaba muchas cosas a la ligera, así que se tomó un momento para pensar antes de responder. Puesto que cuando alguien le preguntaba algo, aunque fuese por su salud, ella iba más allá de las costumbres y de los modales. Esperaba conversaciones sinceras y profundas. Así que, cuando alguien preguntaba simplezas, esperaba que el receptor hablase en serio.
- A decir verdad… No ha pasado mucho. Me ha faltado real compañía, ¿sabes? Me alegro de por fin encontrarte. ¿Tú qué tal, eh? - Contestó, con tal rapidez que no llegaba a percibirse si era inglés puro. En ocasiones, Babette olvidaba e integraba su lengua madre. Nada peor para un inglés que intentar comprender el ritmo de habla de una francesa hiperactiva. Pero, claro, con Babette no sucedía mucho. Se había acostumbrado a separar ambas lenguas pero eso no quitaba el hecho de la rapidez que la caracterizaba al hablar. Así que, luego de oír con atención la respuesta de Magara, continuó, de la misma forma en que venía, sin tener noción de si su compañera de charla la seguía en totalidad: - Anoche he acabado el último libro que he sacado de la biblioteca. ¡Cuánto me alegra la pequeña sección muggle! ¿Sabes? Desearía que la agrandaran. Uno de estos días terminaré con los clásicos y no sé qué haré entonces.
Sus ojos de caleidoscopio brillaban cuando de literatura se trataba. Su color se fundía en un dulce néctar de un nubloso color indefinido. Si bien Babette solía ser una apasionada de las cosas en general, los libros movían algo dentro de ella más fuerte que cualquier otra cosa. Mayor que el Quidditch, mayor que los momentos curiosos. Era una apasionada, una romántica de la vida.
- ¿Cuándo es la siguiente salida a Hogsmeade? No te imaginas las ganas que tengo de pasar horas y horas en Honeydukes!
Invitado- Invitado
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