El bosque al atardecer (Zacchary).

Cerca del medio día, el guardián bosques había hecho llegar una nota al profesor MacNair solicitando su ayuda para un caso peculiar. La mañana del día anterior, varios habitantes de Hogsmeade hablaban sobre las recientes desapariciones de forasteros que habían entrado al Bosque Prohibido y nadie les había visto salir. El guarda bosques había logrado localizar a dos de ellos, sin embargo más no pudo hacer por los otros ya que al caer la noche, él mismo fue testigo de las « manifestaciones demoniacas » (como las clasificó) que intentaron atraparlo como a los otros. «Son hinkypunks del oeste, estoy seguro, Prof. MacNair» . La letra del hombre pareció casi desteñirse durante ese último párrafo y por una gran parte, lo comprendía; por todo que antes leyó sobre esa extraña raza de espíritus, no imaginaba quedar atrapado o perdido en mitad de la noche por culpa de la desorientación causada por los hinkypunks.
Así pues, cerca del medio día acudió donde el guarda bosques el cual, aterrado, pidió en favor personal fuera el profesor quien se encargase de la encomienda. "Supongo no hay problema", respondió él. Considerando haber concluido ya las clases con los alumnos de primer y sexto grado, no había nada que le impidiera ayudar a un viejo conocido. Para ese momento ya tenía más o menos marcado el camino a seguir, lo único que necesitaba era un apoyo... Supuso la directiva escolar lo entendería. En tanto volvía con algo de material sobre el hombro, para Thomas fue imperdible notar a uno de los chicos de Ravenclaw arrinconado cerca de los jardines, con la vista centrada en algún punto lejano y al parecer sin querer despabilarse de su asiento sobre el prado. ¿Qué sucedería con Zacchary?, suspiró al preguntarse a quien apenas recordaba de la rutina del día. El chico por lo regular se mostraba activo, interesado y participativo; ese día era todo lo contrario. ¿Se trataba acaso de una simple mala racha, como un fracaso de amor adolescente, lo que provocara actuara así? Difícil adivinarlo sin antes errar, por lo que acomodó la cuerda cardada sobre su hombro y se dirigió al muchacho. — Joven Zacchary —, interrumpió — resulta imposible notar como un alma vivaz como la suya se encuentra tan marchita el día de hoy. Y no creo sea por el melancólico clima de hoy —dijo, mirando al cielo, ese mismo cielo gris que suele verse comúnmente en sitios tan remotos de Escocia — Permíteme acompañarte, muchacho. — Se sentó, descansando la cuerda sobre su regazo y momentos después, dejó fuesen las ráfagas del viento las únicas que intervinieran antes de iniciar él con lo que deseaba decir. — Escucha, Zacchary. Más allá de ser tu profesor, también puedes tener en mí un amigo —manifestó con una voz amena, algo que lo caracterizaba en la intimidad de una charla. — Y como un amigo pude notar no has dado lo mejor de ti durante estos días, lo cual me inquieta considerando eres una persona brillante. Sí tienes la confianza de hablar conmigo sobre aquello que te preocupa, adelante, escucharé sin juzgarte.
Y dibujó una amplia sonrisa, dedicada al jovencito.

Sudor frío, era lo que recorría todo mi cuerpo. No había salido el sol todavía y estaba en mi cama, sentado, agarrado de mis piernas con ambas manos, uan pesadilla me había despertado en medio de la noche y un frío escalofrío recorrío todo mi cuerpo. Con mucho sueño me quedé dormido lentamente, era como si me hubiese vencido, porque de otra manera no hubiera descansado nada y mis ojos hubieran visto el sol aparecer por las ventanas de mi habitación. Esto fue lo que todo el día me mantuvo de una manera poco usual, yo siempre suelo ser una persona alegre que quiere trabajar y tratar de contestar todo lo que pueda en las clases, pero esta vez no fue así.

Varios compañeros notaron eso y me preguntaron si me sucedía algo, pero yo solamente decía que no, que todo estaba bien, que tal vez era el día gris, porque si bien había comenzado ese día con un hermoso sol, luego unas nubes grises hicieron que todo se tapara y quedaran tan solo unos reflejos de sol, pero estos eran tan pobres que no iluminaban casi nada del día. Las horas pasaron, las clases también, los compañeros lo mismo y yo no podía sacarme de la cabeza ese sueño, tan pero tan horrible que de solo recordarlo el escalofrío regresa a mi cuerpo y no puedo evitar, querer arroparme a mi mismo de nuevo, como lo hice cuando me desperté por la noche.

Al caer la tarde, ya no tenía mas clases por el momento y me dirigí hasta los exteriores del colegio, quería estar solo y uno de los pocos lugares en los que podría conseguir eso era en el bosque prohibido, no me interesaba con que me podría encontrar, estaba listo, tenía mi varita en mano y nada me haría daño, o por lo menos no de nuevo, porque ese sueño había dejado una marca en mi que pocas veces algo o alguien había podido dejar en mi ser. Leugo lo pensé dos veces y decidí volver hacia afueraq de este lugar tenebroso y me senté en uno de los bancos cerca de los jardines, pero bien alejado de toda persona, no quería tener que cruzarme con alguien que me pregunte qué me pasaba, fijé mi vista a un punto en el horizonte y ahí me quedé.

De pronto algo hablo, algo lo sacó de sus pensamientos, era como una voz que le hablaba de lejos, se escuchaba poco y de a poco se iba aumentando su volumen, hasta llegar a penetrar por completo su tímpano. De pronto vio al profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, que miraba al cielo y decía algo, pero todavía no era del todo audible eso que pronunciaba su boca. Se snetó a mi lado y se quedó callado por unos segundos, para luego seguir hablando, me acomodé bien para no molestarle y lo miré, prestando atención a lo que me decía.

Su sonrisa lo tranquilizó e hizo que diera un suspiro, miré fijo al piso y luego volví la vista a este -Bueno, creo que primero que nada profesor, le agradezco que haya aparecido, estaba como en otro mundo y a veces es bueno que uno se vaya un poco de aquí, dejar de pensar en las cosas que debe de hacer cotidianamente uno, pero esta vez me estaba adentrando en algo que la verdad es mejor olvidar- dije para luego mirar al suelo y mover mis pies, que esta vez los volví a poner sobre el banco, para luego amarrarme con ambas manos las piernas y esconder mi rostro en ellas. -Verá usted, hoy no fui el mismo, pero porque algo sucedió en la madrugada, algo que me ha dejado asustado y todo el día he estado así- dije aún con mi cabeza sobre mis piernas.