Hold on. {Roseline}

Peter Park ya había cenado por segunda vez aquella noche. Estaba en su sala común, como bien debería de estar aquel día a esa hora. De hecho, muchos ya estaban durmiendo. El único motivo por el cual el joven oriental seguía en pié era por mascar aquella hierva extraña. Esas hiervas, unas para mantenerse despierto, otras para dormir en un abrir y cerrar de ojos. Otras eran para la concentración y otras tantas para alterarse un poco. No podría decirse a ciencia cierta si éste tenía una adicción o no, ya que no vivía de eso. Pero sí era una muy mala costumbre que pocos conocían. Sus amigas cercanas sí lo sabían, era un tema algo tabú, según su criterio. Lo importante de esta noche es que hasta el momento no tenía nada interesante que hacer. Peter estaba recostado en un sofá amarillo-dorado con detalles en negro, su cabello rosa chicle resaltaba. Estaba relajado, sencillamente sin nada qué hacer más que contar las veces que oía aquel sonido, parecía un gotero, como si algo perdiese agua. No se movería par averiguar qué era eso.

Pasados unos minutos el joven oriental había decidido cerrar los ojos y meditar tranquilo en la soledad de la sala común. El sonido del gotero cesó, eso al comienzo le dio una sensación extraña hasta que descifró que eso era lo que había cambiado el ambiente. La ausencia de aquel sonido lo puso moderadamente alerta. Se mantuvo en su sitio, como si nada, porque a fin de cuentas nada había pasado. Pero luego se percató de que había algo más en el ambiente. Unos pasos rápidos caminaron tras el sofá. Volteó deprisa para ver de qué se trataba. Sólo logró ver a algo negro de mediana estatura salir por la puerta principal. Lo que sea que haya pasado tras él era muy veloz. El tamaño bien podría ser el de un niño de primer año.

Primero dudó, miró el reloj y miró las puertas de las habitaciones. ¿Y si había sido alguna mascota? Una muy grande... Decidió subir a ver la habitación de los muchachos. No tardó mucho en chequear que todos estuviesen en sus camas, excepto alguno que otro que leía y aún estaba despierto. No importaba mientras estuviesen en sus camas y en la sala común, en el sitio de los Hufflepuff por excelencia. Aún así, Peter había visto algo salir, lo había visto y estaba seguro de ello. No era un niño, y de haber sido un animal debió de haber sido enorme. ¿Un elfo tal vez? No, jamás se ocultarían, los elfos no se comportan así.

Tomó su varita, una capa de abrigo y salió de su reconfortante sala común. Al salir volvió a ver a esa criatura doblar en un pasillo lejano. Esta vez no se le escaparía. Si era un alumno de primer año, era su deber devolverlo a la cama. Si era un animal, estaría perdiendo el tiempo, pero quitándose una duda. Era su responsabilidad averiguar de qué se trataba. Así que corrió tras aquella obscura silueta. Corrió sin cansarse hasta salir del castillo. Volvió a dudar allí, porque ahora era él el que no debía de salirse del castillo. ¿Y si era un alumno de primer año? ¡Estaba dirigiéndose al bosque prohibido! No iba a permitírselo. De ser así jamás podría dejarlo hacer eso al pequeño. Lástima que Peter no podía distinguir bien de qué o quién se trataba.

Sin pensarlo dos veces, se adentró en el bosque prohibido para seguir a la figura de origen incierto.

Definitivamente aquello de hacer guardias en los pasillos por las noches no era lo mío, menos tras una pesada tarde realizando deberes y más deberes sin apenas dar bocado alguno a la comida sino hasta la cena. Momento del día en que me decidí a recobrar toda la energía posible y armarme del mejor de mis actitudes para sobre llevar lo que a éste día le restaba en el reloj. Por suerte, ya había terminado con mis deberes tanto de alumna como de prefecta y solo restaba dormir y disfrutar de mi querida y adorada cama, con la cual, definitivamente esta noche me reconciliaría. No obstante, no siempre las cosas salían como una las planeaba porque, tras llegar a mi habitación y meterme debajo de las cobijas, simplemente no pude conciliar el sueño. Daba vueltas y vueltas, de un lado a otro. No estaba del todo segura de cuanto tiempo duré así hasta que me dí por vencida. Me puse mis pantunflas amarillas y una bata y me dispuse a bajar a la sala común y quizás leerme algún libro hasta que conciliara el sueño, poco me importaba que aquello ocurriera sobre el mismo sofá o sobre la alfombra.

Cuando comencé a salir de la habitación, escuché ruidos que provenían de las habitaciones de los chicos ¿iría todo bien? me debatía entre ir a revisar aunque fuera yo una chica y aclararme la garganta un tanto fuerte antes de hacer algo. Sin embargo, vi una mancha moverse de un lado a otro justo al final del pasillo que llevaba a la salita. Fruncí un poco la mirada hasta reconocer la figura de Peter, sonreí al reconocerlo. No me alegraba de saberlo despierto, seguro que estaba igualmente cansado pero me hacía sentir algo feliz el ya no saberme tan solita frente a la chimenea y disfrutando de una encantadora compañía como era la de él. Pero al parecer Peter no tenía planes de quedarse en la sala común, pues salió de esta con cierta prisa ¿qué pretendía hacer? ya era tarde y todos descansaban. Sabía bien que era èl un prefecto pero...aun así, el salir en medio de la noche y vagar por ahí no estaba permitido incluso para nosotros. Así que me dispuse a seguirlo con sigilo, subiendo las escaleras, llegando al hall hasta llegar a las puertas. En ese punto e de admitir que me corté un poco pues aquello ya era más peligroso, sin embargo, Peter seguía andando con decisión y aquello ya no me parecía un comportamiento normal en él.

Seguí andando a la vez que me abrazaba a mi misma, sin poder evitar reparar en las mil y un reglas que dos hufflepuff estaban rompiendo justo ahora y esperando que, en el peor de los casos, ambos lográramos justificarnos sin perjudicar a la casa y a nosotros mismos. A cada paso que daba mme encontraba rodeada de mayor oscuridad y ¿cómo no? si estaba a nada de llegar al bosque prohibido. Un poco cortada saqué mi varita y la llevé en mano de forma cautelosa hasta que, sin poder resistirme más eché a correr hasta dar alcance a Peter y abrazarlo por la espalda - ¡Peter! ¿Qué buscas? casi es media noche ya todos duermen y creo que deberíamos hacer lo mismo - murmuré, aunque no sabía porque hablaba con ese tono de voz tan bajo.

Tal vez haya sido un sexto sentido, o el aroma conocido de Roseline lo que hizo reaccionar de ese modo despreocupado a Peter. Ni bien hubo contacto éste la abrazó con cariño. Realmente quería a esa chica. Pero no la observó al rostro, él miraba el bosque prohibido donde la sombra había desaparecido. El estómago se le encogía al pensar que un alumno de los pequeños se haya adentrado ahí. De ser así éste podría literalmente morir. Y no sólo sería una gran pérdida, un triste acontecimiento, sino que sería otro bache más para el actual Hogwarts. Su colegio era su casa, su familia residía aquí, Roseline era su familia, los tejones eran su refugio y las demás casas eran compañeros de piso a los cuales, en cierto modo y aunque no conociera a todos, los apreciaba por el simple hecho de portar el mismo escudo. Pero sin desvariar demasiado, la principal preocupación del oriental era que aquella sombra fuese un niño.

— Vi algo Roseline. — Jamás le encontraría un apodo, porque sería una falta de respeto a su nombre, cada letra contaba. — Y sospecho que fue a un alumno de primer año, de nuestra casa. ¿Sabes si en la habitación de las niñas estaban todas ya? Sino puede que sea un elfo, uno sospechoso. Aunque los elfos de aquí no son así. — Hizo una pausa sin avanzar, sólo sostenía a su muy querida amiga de la cintura mientras seguía contemplando el bosque. — ¿Y si es un alumno? Roseline, tengo que ir, de ser un niño el bosque... es muy peligroso para un niño. — No es que para ellos dos fuese como el jardín de un patio trasero, pero claramente sabían el doble de conjuros que cualquiera de los pequeños. — Odiaría crear un alboroto con los directivos si esto al final termina en nada. Estoy seguro de lo que vi. Estoy completamente seguro de haber visto una figura mediana salir de nuestra sala común y correr directo al bosque. — La miró a los ojos, mostrando su sinceridad y preocupación por lo que estaba sucediendo. — Pero no estoy seguro de que esta sea la clase de situaciones en las que termino ganando. Hay algo raro. Iré a ver. Tú deberías quedarte aquí, enviaré chispas al cielo si algo sucede. Y si ves esas chispas, avisa a nuestro jefe de casa o a la directora, o a quien quieras. — Claro, como si Peter no la conociera. No hay mucho más que aclarar. Besó la frente ajena y se separó de ella, creyendo que se quedaría allí tomando frío hasta que él se dignase a salir del bosque.

Se adentró más entonces, ahora sí si veía hacia atrás sólo vería árboles. — Lumus — Dijo en un susurro casi inaudible, pero su varita obedeció, emitiendo una luz tenue que simplemente dejaba ver las siluetas y movimientos de la vegetación, no más que eso. Peter no quería llamar la atención. Quería poder apagar y desaparecer del peligro, y cuanto menos luz más confuso sería para el adversario.

Un leve sonido comenzaba a guiarlo cada vez más dentro del bosque. Eran los mismos pasos que estaba persiguiendo. Sonaban igual aunque ahora el suelo fuese de pasto seco y hojas marchitas. Así era imposible avanzar sin hacer ruido. Y el ruido había cesado. Peter paró su caminata en seco y apagó la luz de su varita. Se mantuvo quieto, expectante. Se sentía observado y no precisamente por Roseline. Esta mirada que atravesaba su piel no tenía buenas intenciones, ni estaba en plan de curiosidad. Había odio en el ambiente, tensión, peligro. Mantuvo la varita firme en su diestra. ¿Seguía pensando que estaba persiguiendo a un niño? Tal vez a un niño muy malvado.

¡Boom! Un golpe en la oscuridad sin quejido alguno. Peter de pronto yacía inconsciente en el suelo con la frente ensangrentada. Lo que sea que haya producido aquello, era algo que no podía predecir ni evitar. El joven oriental estaba en cuerpo allí, pero su voluntad estaba lejos, su esencia no volvería a él sino hasta que simplemente volviera en sí. ¿Cuánto tardaría aquello? Tal vez menos de un minuto, o un par de minutos. O quizás esté así ocho horas seguidas. ¿Quién sabe? Ahora Peter no era capaz ni de sellar sus labios para evitar que los insectos del suelo entrasen a voluntad en su boca. Roseline estaba sola.

Una risa de un sitio incierto se apoderó de la situación. No podía diferenciarse si era una risa femenina o de género masculino, tampoco era posible atribuirle edad alguna. Pero la perversa diversión que transmitía era casi palpable. — Sólo una palabra lo despertará. — Comenzó la voz de fondo. Ahora sí podría deducirse que era, tal vez, una voz de hombre, de un hombre bestia tal vez. — Sólo con una palabra volverá. — Una risa ahogada casi interrumpe esa última frase. — ¿Qué palabra será? — El silencio volvió a invadir el ambiente. Y tras una pausa éste continuó. — Aprovecha esta pista que te daré: "Líquida y colorada, su vida es un secreto. Anda sin pié ni carro por caminos muy estrechos." — La risa continuó, pero claramente se podía apreciar que se estaba alejando.

Entonces, de Roseline dependía que Peter despertara. Una palabra, una adivinanza. ¿Podrían seguir la aventura o todo terminaría allí? Por cierto ¿cuánto tiempo era el que Peter estaría inconsciente? El tiempo que se tarde en decir tal palabra. Podrían ser segundos, minutos, horas, días, meses.... años.