Casting de Gertrudis Schneider

El hospital estaba a rebosar de pacientes. No era algo que me alegrase, por supuesto que no, pero así me distraía "felizmente". Hacía tiempo que había accidentes misteriosos en las calles de cualquier pueblo o ciudad mágica, no se me ocurría el motivo y tampoco es que pudiese pensar en ello...
Caminaba por los pasillos con rapidez, me acababan de informar de que un paciente tenía un grave problema. Al llegar a la planta adecuada, varias enfermeras me dijeron asustadas, otras furiosas, lo que había hecho el paciente.

-¡Señora, lo ha vuelto a hacer!
-¡Por Merlín que se nos estampa contra el techo!

Me paré en seco y les heché una mirada tranquilizadora.

-Chicas... Tranquilas todas, sabéis perfectamente que el señor Tymblousdone es así. No podemos hacer nada, es viejo y no cambiará.

Algunas intentaban formular un pero. Saqué mi varita y les indiqué que me siguiesen. La habitación en cuestión, desde hacía meses solo tenía un enfermo en ella, dado que el pobre daba unos pocos problemas. Dentro había varios enfermeros intentando hacer bajar por la fuerza a un señor de ochenta años que se encontraba levitando por encima de la cama, cinco metros para ser exactos. Con una sonrisa, me recogí el pelo y me acerqué a él.

-Hola, señor Tymblousdone.

El anciano seguía con los brazos cruzados y enfurruñado como un niño pequeño.

-¿Qué ha ocurrido ahora?

El señor me miró con la misma cara, aunque me dio la impresión de que cambio un poco la expresión de sus labios.

-¿Que qué ocurre? Estos sinvergüenzas quieren llevarme al baño y ahogarme, ¡eso es lo que pasa!

Miré con una ceja enarcada a los chicos y ellos murmurando "pero que demonios dice", contestaron a mi muda pregunta.

-Le dijimos que era hora de ir al baño, que teníamos que ayudarlo a bañarse y desde ese momento está ahí en el techo.
-Señor Tymblousdone, estos chicos solo querían ayudarlo a asearse...
-¡Paparruchas!

Lo apunté con la varita he hice que bajase. No paró de quejarse por mi atrevimiento y cuando estuvo tumbado en la cama, me acerqué aún con una sonrisa.

-Hagamos una cosa: Usted se asea solo, pero los chicos están en la puerta, ¿de acuerdo? Fuera por supuesto, para que nadie le ahogue.

Su rostro cambió completamente a un de agradecimiento.

-Gracias querida, gracias.

Me fuí y una de las enfermeras me siguió.

-Es impresionante como hace para calmar a ese cascarrabias.
-No es un cascarrabias, solo odia ser viejo y quiere demostrar que puede hacer las cosas solo, sin ayuda de nadie...