Hogwarts y Tú
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AÑO 2019 Vivimos en una época donde hay pocos que se hacen llamar: Sangre Limpia. Y esto no es por una extinción de los mismos, sino más bien porque nadie se reprocha que tipo de sangre son. La igualdad ha avanzado ampliamente en cuando a los derechos de los nacidos de Muggles. Hasta ahora no existe ningún movimiento conocido en contra de los hijos de seres no mágicos, por supuesto a excepción de uno que otro vándalo racista como comúnmente han existido por siglos. Sin embargo el que la gente se confié de la paz es un error: ¿Quién sabe cuando moverán la reina roja y harán un Jaqué Mate inesperado? {Leer más}

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Mensaje por Candice Pelletier Mar Mar 18, 2014 11:53 am

CURIOSIDADES (leer antes del post):

Se sentó frente al hombre robusto, clavando su mirada fría como el hielo en los ojos negros de su acompañante de esa noche. La nieve caía sin piedad detrás del cristal, azotando la ventana con cada ráfaga de viento que proporcionaba el norte. Sonrió con malicia. Aquella sonrisa dejaba relucir sus blancos dientes entre aquellos voluminosos labios rojos que portaba en aquel momento. -Droga.- El hombre no bromeaba. ¿De que iba a servir la droga en un vampiro? Ellos no podían embriagarse si no bebían la sangre de alguien que había ingerido una gran cantidad de alcohol. Esa era la única manera. Y con la droga, estaba segura de que sucedía lo mismo.
   La rubia soltó una carcajada mientras apagaba su cigarro en el cenicero, un vicio que había adquirido en el tiempo que había estado ausente. De alguna forma, ella se convirtió en su peor pesadilla. -¿Droga?- Negó con la cabeza. La sonrisa se desvaneció de su pequeño rostro de muñeca de porcelana. -¿Droga, Frederick?-Candice se levantó con actitud feroz, golpeando con el puño la gruesa madera que simulaba un escritorio sobre los ladrillos de debajo. -¡Dime como maldita sea quieres controlar a un jodido vampiro por droga!- Había perdido la poca cordura que le quedaba. Su respiración se había acelerado y aún no podía soportar que nadie comprendiera su miedo. -Déjame demostrártelo.- La voz tranquilizadora de Frederick poco de tranquila tenía. El hombre colocó su mano en el hombro de la peliblanca, ejerciendo un poco de fuerza. Candice entró en un estado de hipnosis al momento en que tocó su piel desnuda. -Sólo consigue la maldita droga por amor a Merlín. Ya sabes cual.- El hilo incómodo y lleno de furia de su voz impacto directamente en sus oídos, pero sabía que no debía discutir. -¿Cuanta?- Preguntó, impactando sus ojos fríos en la oscuridad ajena. -Dos.- Candice bufó. Dos... Dos malditos paquetes repletos de polvo blanco. Y el estúpido infierno terminaría.

   Debía conseguirlo pronto, y sabía muy bien donde hacerlo. Aun si eso significaba romper algunas reglas.
Lo último que recordaba era haber salido con un portazo que había derrumbado la mayor cantidad de nieve posible en el frente de la vieja casa.




Ajustó su abrigo negro alrededor de su delgada silueta. No era muy fanática del invierno pero le gustaba apreciar los copos que caían y adornaban su cabellera. Sonrió con dulzura al notar como un escalofrío recorría su espalda. No podía perder ni un segundo. El tiempo era muy preciado para la Ravenclaw, tanto, que perder solo un minuto significaba perder su única oportunidad de derrotar a su acosador. Estornudó. Su pequeña nariz se estaba tornando roja.
Sacó del bolsillo de su abrigo un gorro de lana blanco y se lo colocó en la cabeza. Casi podía confundirse su tonalidad con el cabello de la joven. Se aferró a el calor que le proporcionaba su ropa y se dispuso a caminar el ultimo tramo que le quedaba hasta resguardarse bajo las gradas. No era noticia que allí se encontraba gran cantidad de traficantes de distintas drogas, solo para afianzar la confianza de los alumnos tímidos, para poner estúpidos a quienes no lo eran, y divertir a algún que otro borracho.

-Eh, que hace una chica tan guapa como tu por esta zona.- Un alumno bastante más alto que Candice la embistió contra uno de los pilares que sostenían las gradas. Se podía aspirar el olor a vodka y tabaco en su aliento. La rubia desafió con la mirada al joven, advirtiéndole que no jugaba y que se apartase si no quería ser lastimado. -Anda, preciosura.- Las manos del alumno estaban por todas partes y ya no podía soportarlo. Candice rodó los ojos e intento alcanzar con la diestra el bolsillo que contenía su varita. -Oh, no lo creo... ¿Estás segura, princesita?[- Un rápido movimiento ajeno bastó para deslizar las manos de la ojiazul sobre su cabeza impidiendo que pudiera moverlas. Candice sonrió. Si así quería jugar, así seria... Un duro y corto rodillazo en la entrepierna del maldito intento de abusador había sido suficiente para que se apartara y se escondiera en las sombras. Candice puso los ojos en blanco y acomodó su abrigo. Un alumno de Gryffindor le estaba mirando con total intriga a solo unos pocos metros de distancia. Y ella sabía quien era. -Leoncito.- Saludó, ilusionada, como si el tiempo no hubiera pasado entre ambos, con aquel absurdo apodo que le había colocado tiempo atrás. Sonrió de lado, su labio inferior temblaba por el frío. -No esperaba encontrarte por aquí.- Y en verdad no lo esperaba. Eso era exactamente lo que necesitaba pero no quería: distracción. Habían pasado unas semanas desde que entabló su última y pequeña conversación con su compañero.. Solo el hecho de recordar su cabellera rubia le hacía tener escalofríos. Soltó una pequeña risita. Su media sonrisa, la profundidad del oceano en sus ojos, el simple tono grave de su voz.... Negó con la cabeza. Su puño golpeó con ligereza el pilar. Debía evitar que el hielo se derritiera, a fin y a cabo, apenas conocía al joven, y era probable que si pasaba algo no durara mucho. Por un momento pensó en volver a el castillo, reencontrarse con su compañera de habitación, quizá beber un poco de alcohol y luego hacer como si aquel pequeño momento no hubiera existido nunca. Pero algo dentro de ella le impedía moverse de donde estaba, ni siquiera sus pies respondían por más que lo intentara.
Sus ojos claros se encontraron con la luna. El brillo de esta impactaba directamente en el cabello blanco de la rubia y provocaba que se reluciera y resaltara sobre la oscuridad. Estaba inquieta, nerviosa, ¿excitada?.  No había peor convinación para Candice. Sus manos temblaban y el vestido comenzaba a pegarse a su cuerpo, debajo de su saco, por el leve sudor que desprendía. No tenía más frío apesar de que era una noche helada. Quizá tanto sufrimiento bajo las calles de Francia le había fortalecido en ese aspecto. Recorrió con la mirada el largo del camino que le devolvía a las puertas que permitian entrar nuevamente al castillo. ¿Quedarse o huir? Se mordió el labio inferior con fuerza. Cualquiera que le prometiera el cielo era digno de sus cabellos blancos. Pero ya no, debía de cambiar su estrategia. No podía permitirse salir lastimada con cada persona egoísta que se hacía presente y buscaba una oportunidad con la pelirrubia. Algo ya no encajaba en la historia de su vida, o simplemente no tenía el tiempo suficiente como para dedicarle todo su esfuerzo a intentar ser feliz. La venganza era lo único que brillaba en sus ojos. Le hacía hervir la sangre el solo hecho de pensar que su felicidad era imposible por un maldito monstruo que lo único que buscaba era hacer de ella una persona miserable. Una lágrima rodó por su mejilla pero rápidamente la apartó de sus labios con la mano. El tono rojo que estos antes poseían desaparecía y dejaba a la vista el rosado natural que convinaba con el rubor de sus mejillas. Cerró los ojos y concentró sus pensamientos en otro tema. -Es agradable verte por aquí.- concluyó, clavando su mirada en el joven.
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Mensaje por Evan Gianetti Mar Mar 18, 2014 11:54 pm

El frío es un aspecto esencial de la noche, la simple idea de una noche calurosa es razón de desagrado para toda mente sensata ¿cómo ver la luna si su esencia tiene rastros de sol? Perdería su gracia, su encanto, el insomnio no sería el mismo y el tiempo no sería igual de bien gastado. Soy culpable, admiro lo helada de la oscuridad y aunque disfruto de como el viento se aferra a mi cuerpo nunca he cometido la locura de presentarme ante la brisa como si se tratara de un regalo, claro que me ocupo de conseguir un abrigo y mantenerme a salvo de futuras enfermedades, mi admiración no es razón de ignorancia y por tanto lo primero que hago al salir del castillo es aferrarme sin dudar en lo que será mi protector durante la noche. La tela cubre mi brazos y lo poco que mi camisa no cubría de mi pecho.

Mis largos pasos se hacen camino entre pasto y par de piedras. Para nadie es sorpresa que estar entre los terrenos a estas horas no es propio de las normas del colegio, esta claro que todos hacemos lo posible por mantenernos de incógnito hasta llegar a nuestro principal destino por lo que es raro visualizar gente por el camino, sólo los ansiosos y novatos se dan el lujo de dejarse a toda vista y hacerse notar con su falta de sutileza. El silencio siempre nos acompaña, se cuela entre nuestras pisadas y nos recuerda sin querer que debemos mantenernos sigilosos. Mi insomnio es un factor clave ante situaciones como esta y es que con el tiempo me he convertido en un experto en deambular por el colegio a altas horas de la noche, podría caminar con los ojos cerrados a lo largo de los terrenos sin dudar en qué dirección tomar, sé a donde ir y a donde no, tengo conocimiento de detalles de los cuales muchos se mantienen ignorantes, soy básicamente un murciélago en acción. -Noches sin verte.- Susurró un chico de slytherin, lo conocía, era a quien solía frecuentar cuando iba para allá.

Ahora que mi mirada se perdía pude notar que finalmente se podían visualizar siluetas alternativas, cada personalidad mostraba una forma distinta de esconderse entre sombras y carcajadas, siempre es entretenido observar en silencio las distintas reuniones que se propagan por los alrededores de las gradas (Ah, porque allí estaba, bajo las gradas del estadio)... Todo parecía tan espontaneo cuando realmente era fuertemente planeado. Sonreí un poco y le di una palmada a mi compañero, un saludo quizá demasiado efusivo para tratarse de a alguien que veo como mucho una vez a la semana. -El polvo de dragón anda algo escaso.- Me excusé, lo conocía, ya sabía qué preguntas serían las futuras y lamentablemente no tenía ganas de dar explicaciones ni caer en discusiones circulares, esa noche no había ido a hacer negocios ilegales, esa noche simplemente deseaba algo de nicotina fácil. Saque mi cajetilla, era sencillo visualizar lo vacía de la misma, sólo había un cigarrillo dentro de ella. -¿Qué de tu contacto?- Claro, hay idiotas a los que no es tan sencillo evitarles lo que ya sabes preguntaran. -Tu encárgate de tu trabajo que yo me encargaré del mío. Dame par de cajas, Ryder.- Un tono amenazante toco mis palabras, no me gustaban las insistencias y menos cuando estaba comprando una mercancía que no era de primera clase, venga, hablamos de un pendejo de slytherin, sus cigarrillos no serán los mejores pero mientras tengan nicotina me sirven y me evitan un viaje largo y molesto hasta zonas escondidas del callejón knockturn.

Un grito ahogado proveniente de una garganta masculina hizo que mi cuello se diese la vuelta de inmediato, aparentemente alguien golpeó a un chico así que enseguida volví la mirada para visualizar al culpable de su tortura. Mis cejas se unieron como imanes, arrugaban mi frente y sembraban en mi expresión la obvia sorpresa pero extraña intriga que me invadió ¿Candice? ¿Qué hacía Candice aquí?. La luna iluminaba parte de sus rasgos y dejaba al descubierto lo dorado de su cabello, podía reconocerla donde fuera, su toque francés y sus ojos claros no podían confundir a nadie, o bueno, al menos no podían confundirme a mi. "Leoncito", le escuche decir, bastaba ese simple gesto para hacerme sonreír, hacia tanto que no la veía que no podía ocultar mi alegría y aunque en mis adentros me reprochaba mis impulsos sabía más en el fondo que lo que estaba haciendo era sincero... Finalmente la veía de nuevo, era razón suficiente para toda muestra pública de gusto. -Pequeña.- La salude de vuelta con un tono de voz no muy alto, no sabía si me escucharía pero esperaba lo hiciera. -¿Tu rubia?- El chico Ryder se creyó con la suficiente seguridad para arruinar mi trance, una parte de mi se lo agradeció pero otra realmente se enojo. -Cállate.- Dije de mala gana entregándole par de galeones y quitándole de las manos el par de cajas que me estaba ofreciendo. Guarde todo dentro de los bolsillos de mi pantalón y me aleje de él para acercarme a ella. Aunque no estaba lejos no podía distinguirla con demasiado detalle, a medida que me acerque es que caí en cuenta de lo primero que me pregunte ¿Candice aquí? El encanto de su presencia se estaba desvaneciendo, ahora que la miraba bien pude observar con mayor claridad una pizca de vulnerabilidad en su rostro, en sus ojos como tal. -Pequeña Candy.- Repetí mi saludo y con una mínima sonrisa me posé frente a ella.

Me quede en silencio a pesar de sus palabras, sabía que no mentía y esperaba supiera -aunque no lo dijera-  que el sentimiento era mutuo. Era agradable verla, no era agradable verla "por aquí" pero sí que era agradable verla. Tome la punta su mentón con mis dedos, sentir la frialdad de su rostro me hizo arrepentirme de proporcionarnos tal cercanía pero sin embargo no me detuve, mantuve mis dedos tocando su piel. No estaba exigiendo su mirada pues ya la tenía sólo quería visualizar con mas certeza lo firme de su expresión. -¿Qué haces aquí?- Pregunté mientras le soltaba de a poco. No podía darle vueltas al asunto, tenía que ser directo pues sabía que de otro modo terminaría concediendo mi atención a detalles que quizá no eran los principales. -Tampoco esperaba verte.- Estaba encantado de verla y sabía se me notaba pero no estaba viéndola como siempre la veía, mi pregunta anterior no tenía esa función, es de costumbre que cada vez que la saludo voy de la mano a un chiste o a un comentario de intenciones ligeras, esta vez había ido con aires de protección, con un tono suave y que pretende esquivar de a raíz todo comentario sarcástico o de negación, iba como un amigo, como un chico que se preocupa por ella, como... Como el chico al que ella llama Leoncito, como Evan al fin, no quería parecer entrometido pero tampoco podía mostrarme indiferente, no era indiferente. -Sabes que si deseas cigarrillos puedes pedirlos ¿no es así? Aunque bueno, siendo sincero, si me das un beso puedo darte cajetillas enteras y eso sin que tengas que acercarse a zonas como esta. Tu no tienes que venir a zonas como esta.- Me encargué de templar la seriedad que se había enrollado alrededor de nosotros, si podía hacerla sonreír estaría encantado, al fin y al cabo eso me acercaba a ella... Porque sí, lo admito, habían pasado segundos y ya había caído en la duda de que quizá mi pregunta la espantaría y eso era algo que no podía permitirme.
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Mensaje por Candice Pelletier Sáb Mar 22, 2014 6:34 am





Ya no comprendía nada.  Candice era como la aguja de la rueca de Cenicienta; la manzana envenenada de Blancanieves, el hechizo roto de Rapunzzel. El viento que se lleva al amado de Pocahontas y las hordas de los Hunos de Mulán. Era como la malvada sonrisa de Úrsula en la Sirenita o el veneno que mata a Campanilla; los años que hacen crecer a Peter Pan y los pasteles encantados con maldiciones de Mérida... Ella sabía que no era ninguna princesa. Pero nunca pensó que podía ser... la peor parte del cuento. Y lo detestaba. Odiaba sentirse como se sentía. De un momento a otro cambiaba como si tuviera dos personalidades, como si dos personas distintas lucharan constantemente dentro de ella por quien toma el control.

La pregunta del joven Gryffindor la descolocó. En verdad, ¿Qué era exactamente lo que hacía allí? ¿Huir? ¿Enfrentar sus miedos? Candice, que toda la vida había detestado los alucinógenos se encontraba allí pidiendo un poco de tiempo para poder dar fin a quien quiere ponerle fin a ella. Un jadeo salió de entre sus labios. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué razones sentía que todos le estaban mirando? El aroma a rosas de su piel impactaba en el ambiente tal como su presencia lo hacía, y le abrumaba, le torturaba saber que la hipnosis era causada solo por aquella pupila perimetrada por una aureola azul verdosa que poseía, tal como el océano. Candice podía sentir a todos ahogarse en las profundidades de su cadera, y no era para menos esperar que algunas miradas masculinas estuvieran intentando desnudarla con la mente. Se aferró a su abrigo negro. El frío comenzaba a colarse bajo este y a apoderarse de su columna vertebral. - ¿Qué haces tú aquí?.- remató con otra pregunta. A Candice le disgustaba ser interrogada, era muy mala con las respuestas y más aún cuando su vida dependía de ello. El tiempo era realmente importante, no podía arriesgarse a que alguien más salga dañado por saber de sus planes, y mucho menos si era Evan quien corría peligro. Cerró los ojos al notar como el calor que irradiaban los dedos del joven se disipaba a medida que se alejaba de ella. ¡No! ¡Quédate! Su subconsciente le miraba por sobre las gafas de medialuna, desaprobando la actitud de la Ravenclaw al respecto. Sabía que ella quería abrazarlo, sentirse protegida al menos por unos minutos. Pero también tenía en claro que su orgullo estaba ante todo.

Un silencio incómodo se formó entre ambos. ¿Por qué era tan difícil admitir las cosas? ¿Arriesgarse? ¿Intentar todo por el bienestar? ¿Por qué no podía tan solo... volar? Y era cierto, de alguna forma, la vida trataba sobre eso. ¿Por qué no podía volar como el ángel que creían que era? Quizá mucho más alto de lo que debería, o mucho más bajo de lo que quería volar. ¿Querer o poder? Poder y no querer; querer y no poder. Candice no lograba encontrar un equilibro entre ambos. Y allí estaba el problema. Muchos de los momentos de su vida se dividían por causa de esta maldita pregunta. Era tan complicado: cuando quería tocar las nubes un extraño peso en sus alas se lo impedía; cuando estaba más ligera que nunca, y podría ascender hasta el sol si así lo quisiera, el paisaje de debajo era demasiado hermoso como para no apreciarlo. Entonces, ¿Querer o poder? ¿Ambos? ¿O ninguno?

Abrió los ojos con velocidad, su vista encandilada con el hombre que tenía de frente. Sonrió de lado al escuchar sus palabras pero rápidamente volvió a su seriedad. -Sabes muy bien que preferiría besar a un troll antes que a ti, leoncito.- murmuró, y mintió, enojada con él y consigo misma. ¿Como era capaz de intentar siquiera coquetearle en aquellos momentos? Su subconsciente estaba perpleja, anonadada, boquiabierta ante la expresión de Candice. "Sí, jodete, no entraré en su juego maldita sea" le reprimía a la pequeña Candy que le fulminaba desde dentro con su mirada desaprobatoria. La joven águila dio un paso más cerca de Evan, sintiendo como su aliento se mezclaba con el ajeno. -Sé que mueres por besarme... pero deberás intentar más que solo ofrecerme cigarrillos.- agregó seductora, levantando una ceja de forma demasiado encantadora para ser Candice.
Sabía muy bien que el libido del Gryffindor aumentaba notablemente cuando su presencia estaba tan cerca, y que lo ponía nervioso en algunas ocasiones, y eso le encantaba. Sonrió con malicia, mostrando sus perfectos dientes blancos. ¿Alguna vez se cansaría de molestarle así? Candice recorrió su propio labio inferior con la punta de su lengua y volvió un paso hacia atrás nuevamente, arruinando el momento íntimo que se había formado por unos minutos. Movio las pestañas coquetamente. -Y dime, leoncito... ¿Quién te crees para decir en que zonas puedo estar y en cuales no?.- susurró, tan solo para él. La punta de su dedo índice se dirigió directamente al cuello ajeno, recorriendo débilmente toda la mandíbula de Evan. La calidez de su cuerpo ante el frío roce de su dedo era reconfortante, casi un placer. Le refrescaba, era justo lo que necesitaba para calmar todo el mal que poseía.  
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Mensaje por Evan Gianetti Dom Mar 23, 2014 1:55 pm

No importó cuantas suposiciones traté de plantearme, mis pensamientos no conseguían coherencia entre lo que sabía era ella y lo que podría estar haciendo allí. Claro, estaba preocupado, no porque estuviera consumiendo drogas o porque en su defecto estuviera comprando cigarrillos tal y como lo hacía yo sino porque su rostro me mostraba una realidad ajena a un simple juego de adolescentes. Puedo comprender a una mente irracional, a sus impulsos, a su inmadurez, puedo explicar sin problema lo qué es sentirse perdido, saberse perdido, pero el problema no radica en lo que se entiende y en lo que no, el problema es el porqué de lo que se siente, el porqué de lo que se expresa, era exactamente eso a lo que temía cuando la veía, visualizaba una vulnerabilidad dudosa pero no sabía la raíz de tal sentir. No era de todos los días ver a Candice como la veía ahora, la fachada de chica piedra no la tenía bien puesta... Quizá porque yo ya la conocía o porque se había rotro una parte de ella, de cualquier modo supongo esa es la razón de mi preocupación actual, no la había mirado así nunca antes, esto era novedoso y no por ello siempre grato.

Quería leer su expresión, sus pensamiento en sí... No sé qué esperaba de sus ojos, no sé si creía que de ellos saldría la respuesta a mi duda pero los miraba como si en algún punto fueran a dictarme toda verdad. Verdes, un verde claro, un color que no puedo comparar a nada de lo que actualmente conozco, me hundí en ellos como se hunde un nino al tocar por primera vez aguas ondas. Mi semblante cambió de un segundo a otro, una pregunta respondida con una pregunta más que pasar una página lo que logra es cerrar el libro completo. Arrugue un poco mi entrecejo, comprendí enseguida que ella no quería hablar de ello, claro, no era difícil de suponer que así sería pero creí que quizá, sólo quizá, se daría el lujo de darme una respuesta concreta. Me mantuve presente en una batalla campal, todo se daba en mis pensamientos y la razón principal de la dichosa guerra era qué postura tomar. Me preocupaba y que se negara a contestarme intensificaba la causa, pero ella no quería contarme ¿Quién era yo para insistir? No podía darle tanta importancia, yo no suelo ser de quienes le dan tanta importancia ¿Por qué lo sería con ella? ¿Qué le dejaría ver en ese caso? ¿Qué si...? ¿Qué si mantenía mi preocupación y la escondía con tranquilidad? ¿La contagiaría? ¿La haría cambiar la cara? Eso me haría tranquilizar mi ansiedad y a su vez me haría pasar un buen rato ¿No es algo equilibrado? ¿Por qué tenía que optar por algo equilibrado? Vamos, tantas preguntas y tan poco tiempo para decidir cual responder. Me decidí por lo final, por aparentar y ayudar en silencio, mi personalidad saldría a flote y sin tener que ser "serio"  sería algo bueno para ella al menos este momento. Una sonrisa tuvo lugar en mis labios, se amplio un poco mostrando diversión por su manera de evadirme. -Compraba cigarrillos.- Saque de mi bolsillo una cajetilla de las recién compradas, algo me decía que ella ya sabía la respuesta a su pregunta pero que de seguro fue lo mejor que en su momento se le ocurrió. -Estos que me comprarás con un beso.-

Unas carcajadas escandalosas salieron de mi boca, desaprobaba sus palabras y se lo hacía notar con un deje de diversión, sabía mentía. Iba a abrir la boca para soltar comentario pero la cerré en cuanto su cercanía se hizo notoria. No esperaba ese paso adelante, me había tomado tan sorpresa como su simple presencia en el estadio de quidditch. Creo que aguante la respiración por unos segundos, le miraba con un semblante algo más serio... No tengo idea de si Candice está al tanto de los que su cercanía me puede torturar, probablemente sí, de otro modo seguro no se acercaría. Me ponía algo nervioso, siendo sensato,  primero porque no podía predecir su actitud y porque, segundo, sus palabras no eran mentiras, una vez miraba sus labios lo único que deseaba de ellos era un beso. Sonreí de medio lado, una sonrisa leve pero fácil de apreciar, puede que resulte contradictorio pero aquellos "juegos" por muy tortuosos que fuesen siempre terminaban siendo una fuente principal de entretenimiento, me gustaban y los disfrutaba aun y cuando a su vez me desconcertaban. -¿Ah si? ¿Y cuál es la receta para tus labios, pequeña?- Susurré. Como un impulso había agachado mi cabeza, si ella deseaba cercanía yo se la daría. Aun sonreía y ahora mis ojos no se posaban únicamente en lo verdes de los suyos, bajaban y miraban con deseo lo rosado de sus labios, a su lengua que se paseo por su labio con una suavidad exquisita... Estaba idiotizado, lo admito, fue hasta cuando dio un paso atrás que pude ser consciente de la pena que sentía hacia mi mismo ¿Por qué la dejaba descolocarme de ese modo?. Solté un bufido y mejore mi postura, de mi boca salieron par de risas ahogadas y algo amargas, si había que dictar un perdedor ese sería yo. Negué muy poco con mi cabeza, todo para mi mismo, sonriendo aun y escuchando sus palabras con la mirada desviada.

-¿Tu quién crees que me creo?- Hable casi en un tono burlón, imitaba su acto aquel de responder con una pregunta. Mi mirada baja se decidió a seguir sin problema el camino de su dedo, su frialdad me hacía sencillo ubicar cada mínimo roce. Me gustaba su tacto y sabía que ella igual disfrutaba de ejercerlo. -Soy el chico que muere por besarte ¿No es así? ¿No puedo tener cierto interés en mantener esos labios a salvo de todo mal?- Quise mantener un aire intimo durante la conversación por lo que imite su tono y me dispuse a susurrar, siempre atento a que ella fuese la única capaz de escuchar mis palabras. Di un paso adelante y nos devolví enseguida la cercanía que ella misma nos había arrebatado. -No te daré ordenes, pero siendo sincero, oh... Sí que disfrutaría de hacerlo.- Me divertía ante mi propia insinuación, sonriendo ampliamente. Si ella quiso iniciar un juego, le daría con qué jugar. La mano con la que jugaba sobre mi propio cuello se vio aprisionada por mi misma mano, me encargue de hacer descender a la misma y de con ello posarla contra mi pecho, claro, con la mía por encima de ella. Mi pulgar rozo su piel, la acariciaba con lentitud con un movimiento suave y paciente, sabía sentiría el calor de mi cuerpo, de mis dedos en sí y es que su mano estaba fría, tan fría que casi me deje llevar por el impulso de abrazarla y darle calor en su totalidad. Sé que su reacción ante mi tacto sería inmediato y sé que yo mismo me torturaba al posar mi tacto sobre ella pero no me importo, de algo nos tendríamos que nutrir y si se trataba de hacer de esto una tortura plena no creía que existiera problema. -Pequeña Candy Candy ¿No puedo ser tu héroe al menos una vez?- Hable con lentitud, casi con suavidad, estaba dándole un toque de dulce a la dirección de mis palabras, hasta seductor podría decirse. -Y disculpa mi atrevimiento, si debo ser castigado aceptaré todo castigo.- Agregué segundos después, una mínima sonrisa volvió a salir a flote. Jugaba, claro que sí.
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Mensaje por Candice Pelletier Mar Mar 25, 2014 1:52 pm


Coraje. Si tenía que definir con una palabra al joven que tenía delante, sin dudas, era coraje. En cierta forma, y en secreto, lo admiraba. Candice no era capaz de comprender como una persona podía poseer tanta valentía y tanta voluntad frente a algo que desconocía y sin importarle las consecuencias. Ella, en lo más profundo, ansiaba ser así. Quizá por eso estaba en Gryffindor, y no cabía duda de que el sombrero sabia lo que hacía. "La casa de los valientes" como se hacían llamar. Y en ese momento, Candice estaba orgullosa de que Evan represente tan a la perfección a su casa, porque ella también lo quería así.
Estaba encandilada con la belleza que poseía. A pesar de ser una muchacha bastante egocéntrica, sabía apreciar cada rasgo de lo que verdaderamente le importaba. ¿Y eso que significaba? ¿Realmente empezaba a importarle el Gryffindor? Bajó la mirada al sentir su tacto. Odiaba sentirse así: querer correr a sus brazos y refugiarse en ellos hasta que el sol saliera, simplemente escuchando el sonido de su risa grave o apreciando los profundos ojos azules que poseía. A veces solo quería besarle, descargar toda esa rabia en un maldito e interminable beso que le quitara todas las dudas. Pero era muy estúpido e infantil querer evadir las cosas con solo una muestra de afecto. Candice solía definir cada sensación que reprimía como miedo. Tenía miedo a muchas cosas: pero el simple hecho de perder a Evan le mantenía aterrada.
La joven de cabellos dorados dio un paso hacia atrás, intentando formar entre ambos una línea invisible pero aún así no lograba desprenderse de su mirada. Era como un insecto revoloteando alrededor de una potente luz blanca a punto de cometer un suicidio. Se desmoronaba poco a poco, se debilitaba. Las piernas eran gelatina cada vez que su piel estaba en contacto con la ajena. Era como Ícaro ascendiendo hacia el sol, a punto de caer al mar en cualquier instante.

Cerró los ojos por un instante que parecía eterno. Candice meditaba entre lo que estaba bien y lo que "estaba bien". Una guerra constante fluía en sus venas: a la izquierda del ring estaba su corazón, ansioso por propinarle unos golpes a la mente y borrarle todas sus ideas; a la derecha, su cerebro se estiraba para poner en practica la nueva táctica a la que hace llamar "rompecorazones". Y su cerebro había ganado nuevamente.

De un rápido movimiento, el brazo del joven estaba entre las manos de la pelirrubia, sosteniéndolo con fuerza en la parte alta de la espalda ajena. Una perfecta llave de brazo. Su padre estaría orgulloso si la viera en aquel momento. -Tengo mejores papeles para ti que ser un simple héroe, leoncito.- Murmuró, acercando sus labios al oído del Gryffindor y mordiendo su lóbulo levemente. Sabía muy bien que eso le gustaba, o quizá, al menos así lo demostraba con ella. A Candice le encantaba ver como se retorcía entre sus brazos por intentar hacer un contacto más profundo con su silueta. -Podría castigarte... pero sería muy tentador para ti, demasiado placentero como para que sea un castigo.- Y dejo a riendas libres su imaginación. Estaba jugando con él, pero él sin saberlo también jugaba con ella. Sus labios descendieron de su lóbulo, por su cuello y finalizaron el recorrido en su hombro, ejerciendo aún más fuerza al brazo que sostenía en la espalda del joven.

Candice había dejado de fumar hace unas semanas y Evan era una de sus nuevas especies de adicción. Una obsesión, un trago refrescante en su vida. Deseaba probar la nicotina con sabor a sus labios pero también tiempo. Chico adictivo le decían, pero no sabía que tanto. Por cada calada que quería dar, ansiaba darle un beso. Por cada cigarro que quería fumarse, darle un mordisco. Y por cada cajetilla que anhelaba terminar con el café de la tarde, desnudarlo. Sustituir un vicio por otro. -Te gusta quemarte con el fuego, chico que muere por besarme...- agregó soltando una risita, arrastrando sus palabras a lo largo de su cuello mientras sus labios volvían a ubicarse despiadadamente debajo de su lóbulo.-¿Cuánto me deseas, Gianetti?.- preguntó, dejando un beso debajo de su oreja. -.¿Muy poco?.- y ahora, era su lengua la cual jugaba donde sus labios habían estado. -¿Más o menos?. - continuó, mordisqueando la zona. -¿O mucho?.- sus labios se apretaron contra la piel de su cuello y succionando para dejar una especie de "chupón". "Este hombre es mío". Su subconsciente aplaudía y alababa a la joven Ravenclaw por su capacidad de arruinar posiblemente el único momento íntimo que podrá poseer con su leoncito. Candice sonrió con malicia y lo empujó, haciéndole caer de rodillas. Rápidamente se posicionó cerca de él y tiró de su cabello para que le mirase, clavando su mirada de hielo en la profundidad del iris ajeno. Era el infierno contra el mismo cielo.
-¿Seguro que estas dispuesto a jugar con el fuego, leoncito?.- cierta preocupación se hizo visible en su voz. Candice era impredecible, complicada, y no quería lastimar a nadie por más que así lo aparentara. Sus labios estaban a centímetros de los ajenos y podía sentir la respiración entrecortada que chocaba con la propia entre cada palabra que desprendía. Sus dedos recorrían con lentitud la marca que había dejado hace minutos en su cuello.-Evan, me gustas, y lo sabes... quizá nunca más me lo escuches decir.- susurró, sin despegar sus ojos de los suyos. -Pero no me agrada ser otra en tu vida. Yo quiero más... así funcionan las cosas conmigo, y tú no aparentas esa clase de chicos. Cuando alguien me pertenece, me pertenece.- agregó, remarcando con total lentitud las últimas dos palabras y soltando al joven. Se acomodó el cabello hacia un lado y recorrió el lugar con la mirada, erguida. Sonrió de lado, y se apartó unos pasos del león, en silencio, simplemente luchando con sus pensamientos y ambas respiraciones agitadas.
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Mensaje por Evan Gianetti Miér Mar 26, 2014 11:33 pm

Ella tomo mi brazo entre sus manos y logro dejarme indefenso en cuestión de un movimiento, resulta desconcertante la facilidad con la que me torció el brazo, nadie sin una práctica previa podía lograr realizar un acto tan concreto tan rápido. Una llave de brazo, la rubia que a ojos de cualquiera podría pasar por indefensa me tenía aprisionado con una llave de brazo ¿Cómo se supone que había ocurrido aquello? Ojala tuviera idea. Mi boca se abrió, tenía en mente tantas palabras de queja que podría llenar un libro entero, sin embargo todo lo que tenía para decir se vio opacado por su voz, o no, precisamente no era su voz y lo que tenía para decir lo que me detuvo, fue lo que hizo justo después de pronunciarse. Primero sentí sus respiración, el calor del aire que soltaba por la boca me sirvió como pista para comprender lo que sus labios planeaban hacer. Cerré los ojos sin apenas pensarlo, ella conocía mi punto débil y no sentía pudor alguno al momento de atacarlo. La humedad de sus labios y la dureza de sus dientes daban con el lóbulo de mi oreja, de manera leve y hasta suave pero no por tanto menos potente. Mis ojos se abrieron en cuanto hice un llamado a la cordura pero aun y con eso no pude evitar moverme con intenciones de intensificar nuestra cercanía... No podía morderme allí y pretender que no la querría tener cerca, era obvio, deseaba sentirla.

Hice un esfuerzo gigantesco cuando le escuche nuevamente, sus labios se habían desplazado y ahora parecían mantener un recorrido fijo por mi cuello, estaba intentando lo más que podía en no demostrarle las reacciones que sus labios causaban en mi pero es que hasta mi propia imaginación no ayudaba demasiado ¿Cómo es que me tenía aprisionado y yo aun así tenía tiempo de pensar en los posibles castigos que me pudo haber dado? Joder, mis pensamientos carecían de coherencia. Trate de concentrarme pero no me resulto tarea sencilla al sentir indignación y deseo a la misma vez. -Candice.- Me queje en un gruñido, no simplemente me estaba tentando también me estaba haciendo daño. Forcejee muy poco sin encontrar resultado satisfactorio, de moverme más lograría obtener más dolor y desesperación de lo que sentía actualmente, hasta cabía la posibilidad de hacerle algún daño o, en su defecto, impulsarla a ejercer más fuerza de la que ya estaba ejerciendo.
Mi orgullo suele ser un factor clave en mi personalidad, no soy un chico que puede tragarse las palabras y sentirse vulnerable ante cualquiera, soy del tipo de chico que cometerá estupidez con tal que probar que su orgullo se mantiene intacto y su vulnerabilidad del todo ausente. Candice ahora mismo estaba jugando conmigo y jugando no sólo por el hecho de que me trataba como un juguete sino porque me estaba plasmando una serie de sensaciones contradictorias que podían hacerme explotar en distintos sentidos... Su risa me molestaba pero su manera de plantearse me atraía. -Soy un experto en tocar lo que no debo.- Murmure muy bajo y en voz ronca, mi respiración no se estaba comportando como normalmente (Entre los forcejeos intermitentes y la presión que ella ejercía...). "¿Cuánto me deseas, Gianetti?" me preguntó y así mismo como lo hizo bien se supo dar pie a una respuesta. Cada pregunta que hacía era razón de una nueva sensación, ya no podía esconderle las reacciones de mi cuerpo, ella podía sentir mi calor corporal casi directamente. La deseaba, era obvio, de haber podido le habría arrancado la ropa en un abrir y cerrar de ojos. También la detestaba, por jugar así, por mantenerme tan indefenso. En conclusión, mientras estaba deseando desnudarla también estaba deseando hacerle un cruciatus.

Un dolor parecido a un pellizco dio con mi cuello, no fue complicado comprender que había succionado lo suficiente como para marcarme suyo. No entendía la intención de su marca, al fin y al cabo con lo que hacía parecía que lo que pretendía era disminuir todo poder que yo creyera tengo sobre ella, con eso sólo me hacía comprender lo mucho que me quería suyo. Y bam, en un segundo termine de rodilla con el suelo, todo el oxigeno que antes me era limitado ahora me entraba de golpe, mis pulmones agitados trataban en lo posible por recobrar la normalidad. Antes de que pudiera reaccionar ella se había acercado de vuelta, tomando mis cabellos con otro rápido movimiento, tal y como si necesitara de tal acto para tener mi atención con ella. Me sentía humillado... Estaba siendo humillado. Le escucho en silencio, lo único que se escuchaba de mi parte era una respiración entrecortada y algo agitada. Mi calor corporal nuevamente estaba presente, la diferencia de la vez pasada a esta es que para ahora la única razón de su presencia no radicaba en nada similar al deseo o inclusive a cierto placer, actualmente mi sangre hervía de molestia, de indignación.

"Me gustas", me decía tras haber tocado con suavidad mi piel marcada. Es increíble como es que tal confesión podría en otro momento causarme una serie de sensaciones gratas, actualmente era como si no tuviera importancia, la indignación me estaba consumiendo de tal modo que al no encontrar sentido a sus palabras no había más nada que hacer con ellas. Su mirada sobre la mía no tenía ningún efecto, si ella quería leer lo que pensaba o sentía al respecto lo único que encontraría sería una neutralidad palpitante. ¿Es que ese era su punto? Hacerme saber que debía ser suyo para encajar con ella ¿Y eso qué? ¿Me acababa de hacer una maldita llave para luego mencionar como funcionaban las cosas con ella? ¿Qué quería demostrar? ¿Quería sentirse que tenía el control?. Me soltó y el enojo me consumió nuevamente, ya no pensaba en sus razones o en que quizá debía ver un poco más de su "Me gustas", ahora sólo pensaba en esa estúpida sonrisa que traía en sus labios. Me puse de pie cuando la vi no tan cercana, acomode el cuello de mi camisa con cierta brusquedad y nuevamente me acerque a ella.

Mi mano dio con su cuello tan rápido como su mano dio con mi brazo. La hice retroceder haciendo se golpeara la espalda con un pilar de las gradas. Con mi mano libre había sacado mi varita, era una manera de advertirle que si quería jugar a las maldiciones o a los movimientos de karate podríamos pasarnos toda la noche en ello. Era fanático de los duelos y ella lo sabía, no la creía tan tonta pero siempre cabe la duda. La punta de mi varita estaba hundida al nivel de su mejilla.  Mi mano sobre su cuello buscaba que se inmovilizara, no medía mi fuerza, sabía que no le estaba dificultando el oxigeno pero sabía que si le estaba haciendo dano. Mi respiración volvió a ser igual de entrecortada a como cuando me dejo en el suelo, mi expresión y mi misma mirada demostraban una frialdad que ella nunca había percibido en mi, no la culpaba si me tenía miedo al visualizarme de tal modo pues al fin y al cabo eso era lo que quería sintiera. -No soy tu juguete.- Solté con brusquedad. -No soy tu maldito juguete, Candice.- Estaba descolocado, totalmente fuera de mi. -¿Qué intentas, eh? ¿Qué quieres?- Mi mano se cerro un poco más. -¿Se sintió bien creer que conmigo puedes hacer lo que te la gana? Pues no puedes, pequeña.- Escupía cada palabra sin apartar la mirada de sus mismos ojos, cuando note había una reacción por mi fuerza fue que mi respiración se calmo y mi mano se aflojo, de a poco el calor iba disminuyendo y la consciencia hacía presencia. Por muy molesto que estuviera era incapaz de hacerle algo... Era Candice. -Hay algo en lo que te equivocas...- Empecé entre bocanadas de aire. -No eres como cualquiera, no eres como toda las que están en mi vida.- Hice una pausa, casi había dejado de sujetarla pero aun mi varita se mantenía fija. -No puedes ser más hasta que no aceptes que si seré tuyo tu también tendrás que ser mía, y tu, Candice, dudo que puedas con eso.- La solté y di un paso hacia atrás. Me arrepentí como siempre lo hago, había actuado por un mero impulso... Sin embargo en mis adentros sabía que de haber sido alguien más le habría hecho mucho más y eso, en cierto modo, me causaba mucho alivio. -No vuelvas a tocarme.- Un tono de voz bajo y hasta quizá tímido salió de mi boca, era claro como todo el peso que se apodero de mi cuerpo ya se había esfumado. Le mire directamente ahora que mi cordura me permitía apreciar su mirar, aquella mirada me hizo reactivar una serie de sectores que mi cerebro daba por apagados.  Mi mente recreo lo que me hizo y lo que yo acababa de hacerle, recordé el "Me gustas" y hasta oraciones de mi propia autoría, todo volvía a mi cabeza como si de una película se tratara.

Nuevamente mis impulsos se apoderaron de mi cuerpo, mis pies tenían dominio propio y me acercaban de vuelta a ella ¿Sería el enojo saciado o quizá el deseo? Podían ser ambas cosas o inclusive muchas más, el caso al fin es que mi finalidad actual no era herirla, no era causarle miedo, ahora lo que hacía era ir directamente a sus labios, tan rápido e impulsivo que no pude pensar en más. La besé como si quisiera desahogar todo el deseo acumulado, le besé con fuerza y con ganas porque eso era lo que sentía que necesitaba hacer. Transmitía con mis labios aquella tensión acumulada entre ambos, desde el enojo hasta su malicia, desde su fuerza hasta mi vulnerabilidad.

Me gustaba, eso era todo. Era el problema al fin y al cabo.
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Mensaje por Candice Pelletier Sáb Mar 29, 2014 3:05 pm


Estaba disfrutando el paisaje. El humo de los fumadores se colaba entre la tela de su vestido y profundizaban el aroma a rosas de su piel. Candice estaba perdida, admirando en silencio cada movimiento del joven que se encontraba a sus pies. Un dolor insoportable le obligo a cerrar los ojos, parecía como si su corazón estuviera siendo despedazado, triturado por un cuchillo afilado que rotaba levemente a la izquierda para terminar de dividirlo en dos partes. La palidez se apoderó de su cuerpo y su capacidad de sentir se vio distorsionada ante el tacto de los dedos que se apresuraban a apretar su cuello.

Se había sumergido otra vez dentro de una cápsula donde nadie podía encontrarla, donde quería sentirse segura. Un cosquilleo incómodo le recorrió la columna vertebral al sentir como su espalda impactaba sin piedad contra un pilar de las gradas. Candice entreabrió los labios para poder pedirle que se alejara. Tenía miedo. Revivía una y otra vez su pasado a través del tacto de lo único que consideraba que podría protegerle. Sus pupilas se dilataron y, de un segundo a otro, Candice había sido transportada por su memoria al cajón de recuerdos que guardaba bajo llave.


Hoy cumplo 5 años y vivo con mi tío. Quisiera no cumplirlos, quisiera haber dejado de crecer hace mucho tiempo... pero no para ser eterna, si no todo lo contrario. Hay veces en que alguien te daña tanto que deja de doler completamente. Hasta que hay algo que te hace sentir de nuevo... y luego todo regresa: cada palabra, cada dolor, cada momento. ¿Cómo puedes llegar siquiera a entender de donde viene? Incluso si preguntas, incluso si escuchas... no escuchas realmente... o no ves, o no sientes.
Mi pasado me define. Eso es lo que soy: una niña pálida y de ojos cansados, con un ligero corte en el labio y diversos moretones por el cuerpo. Yo soy ignorada por los demás, no me oyen, no me quieren. Eso es lo que soy, si es que incluso soy siquiera algo.
Parecía que la misma cosa que me hacía estar bien, me hacía estar mal. El mundo se dio vuelta para mi. A veces no te das cuenta que las pequeñas maldades pueden causar grandes daños.
Mi tío, si es que así puedo llamarlo, nunca tuvo piedad conmigo. Era su juguete, su marioneta. Y todos creían que era el hombre más bueno del mundo cuando en realidad era solo una cosa: un monstruo. Mirandome al espejo todavía puedo ver las marcas que dejó en mi cuello, el rojo profundo de las huellas que probaban que había estado ahorcandome por simplemente encerrarme en mi habitación.
No quería celebrar mi cumpleaños. No quería estar cerca de él.


Año a año caía bajo y más bajo dentro de mí. Y nada podía sacarme de ahí. Estaba sumergida en un profundo dolor, atrapada en la miseria de mi vida... perdida en el lamento de mi alma sin tener la capacidad de ver la luz, de ver el amanecer... de sentir, de tener esperanza, de soñar.
Y encontré que los años más oscuros de mi vida seguían viniendo. Los puntos negros de mi alma nunca pararon. Estaba alejada de mi mis padres, de mis hermanos... parecía que siempre fuera de noche, con pesadillas, y nunca fuera mañana. Y quizás te preguntarás, ¿Por qué? Pero principalmente, tratarás de no pensar en ello y tratarás de pasar de lado, y tratarás de sobrevivir. Y todas las otras cosas parecerán tan insignificantes comparado con solo querer que las cosas más importantes vuelvan de nuevo: como ser feliz. Estaba cansada de esquivar los intentos de violación cada vez que su esposa no estaba en casa, y más aún de saber que su sangre corría también por mis venas. Quería volver a mis momentos felices: como ver a mamá sonreír de nuevo, escuchar mi canción favorita. Estaba desamparada, dependiente, desesperada. Escuche muchas promesas y todas sonaron igual.
El sol sale cada mañana, pero ¿sabes dónde? cada lugar es diferente, es difícil encontrar el norte cuando te estás moviendo por todos lados. Pero por lo menos sale. Siempre sale. He llegado a depender de ello.
Aún siento el dolor de sus manos aferrando mi cuello, ese escalofrío y el temor que recorría mis venas cada vez que se acerca a mi. Hoy ha venido mamá a buscarme, ya no debo vivir con mi tio... hoy veo el sol, por primera vez y brilla para mi.

En las siguientes noches las pesadillas no dejaban mi mente. Quería soñar con palacios, princesas, caballeros... y tan solo lograba que unas manos buscaran en mi cuerpo la satisfacción diaria. Despierto llorando, mirando hacia todos lados como si estuviera nuevamente en la oscuridad del sótano en el que vivía. No quería seguir sintiéndome así... tiempo, eso era lo que necesitaba.


"No soy tu juguete. No soy tu maldito juguete."


Candice abrió los ojos de golpe, dejando que las lágrimas descendieran por sus mejillas. Estaba perdiendo lo poco que le quedaba y desafiaba a cada momento lo que hacía tiempo pendía de un hilo. No. Él no era su juguete, nunca lo sería, jamás. La humedad de sus ojos era cada vez más intensa, nublando su vista. "No vuelvas a tocarme" ¡Maldita sea! Candice extendió su mano derecha, queriendo de alguna forma disculparse pues cada vez que abría la boca sus palabras se ahogaban y se transformaban en un sollozo. Un silencio incómodo se tornó entre ellos. Aquel silencio le aterraba aún más que su pasado, que su dolor, que sus lágrimas. El simple pensamiento de causarle daño a Evan le era aberrante. Le miraba desconcertada, derramando lágrimas al compás de su respiración.

- Evan... - susurró temblorosa. Sus primeras palabras luego de un tiempo fueron calladas por los labios del joven. Candice se aferró a la idea de que nada había cambiado. Era la esperanza que necesitaba para seguir adelante.
Ya no era tan egoísta. Ella, sin pensarlo, creo un lugar en su mente para él. Un sitio al que podía acudir si alguna vez se sentía sola, se perdía o necesitaba pensar en silencio. Ese era el único sitio que nadie sabría nunca cómo encontrar. Ya la habían besado antes, pero no así. Le besaba con una ternura sorprendente, y de un momento a otro, se profundizaba al tiempo en que sus lenguas se encontraban como si fueran amigas de toda la vida. Candice iba en un vuelo propenso a estrellarse, y sin embargo, seguía volando. Acariciaba con sus dedos el cabello rubio que poseía.
Lo besaba, si, como si fuera el primero y el último que le daba. Lo necesitaba, lo deseaba más que a nada.  Sus labios se aferraron a los de su compañero, entrando en un mundo desconocido del que no quería escapar, aumentando la presión de su cuerpo contra al ajeno, olvidándose por un momento de todo lo que denominaban vida. ¿Por qué debía de ser así? A pesar de querer odiarle por hacerle sentir aquello tan hermoso, no podía separarse de sus labios. Aquella droga que había descubierto en su lengua, en su aroma, aquella de la cual se había vuelto adicta tan rápidamente. Le era imposible no sentirse mal, tenía una extraña sensación en el pecho y no sabía por qué. Que irónico que la persona que más quería te lastime tanto... Pero como le encantaba ese dolor. Prefería sentirse así miles de veces si eso involucraba tenerle cerca.
-Evan... por favor, no...- Su cordura volvía lentamente. Y ahora quería alejarle, no podía... le había lastimado y no quería arriesgarse a hacerlo de nuevo. No a él, no a Evan.
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Mensaje por Evan Gianetti Dom Mar 30, 2014 11:43 am

No quería escucharla, quería besarla, quería detener sus lagrimas... Necesitábamos olvidarnos de nuestro pasado inmediato y vaya que lo estábamos logrando. Nunca había besado a alguien así, nunca antes había proporcionado intensas caricias sobre otros labios que no fueran los suyos, era novedoso, era una magia que no conocía y la cual quería seguir explorando, saboreando. Con una suavidad infinita profundizamos cada encuentro de nuestros labios, sus caricias sobre mi cabello y mi tacto sobre su mejilla le daban al momento la pizca dulzura que necesitaba. Mis dedos sobre su piel captaban el rastro de humedad que sus lagrimas dejaron, era como ácido corriendo por la yema de mis dedos, saberla llorando era algo que me torturaba y que me iba a esforzar por no causar de nuevo, no podía verla así, no podía ser parte de su dolor, no directamente.

La cercanía de su cuerpo me volvía loco, ella en sí me volvía loco... Lo sabía, en silencio aceptaba que tras un beso como aquel no había más que rechazar, antes estaba consciente de la espina clavada que era su existencia, ahora tenía totalmente claro que estaba y que no había manera de cortarla. Nuestras lenguas jugaban, se conocían en silencio entre encuentros de nula timidez. No quería que se alejara, no quería dejarla ir, si mis manos tomaban su rostro era por el simple miedo que sentía de que repentinamente todo se apagara, me gustaba la sensación que vivía y en cierto modo lo mejor que podía hacer es aferrarme a ella. Mi miedo no tardo en hacerse presente, de un segundo a otro la burbuja de emociones se exploto ante la presencia de su voz en el ambiente, ya no nos besábamos, ya la consciente había vuelto. Le escuche con los ojos cerrados, mi cuerpo de inmediato se tensaba, perdía toda la ligereza que mantuvo durante los últimos minutos. -Candice...- Susurré sobre sus labios. No me había alejado de ella, mi cercanía me permitía observarla y sin tener que tocarla obligarla a mirarme. Al final estaba siendo el mismo vulnerable que no quería ser, la diferencia actual es que me gustaba sentirme así, esta vez no fue sólo ella la que me causo tal desnudez, esta vez había sido yo, habían sido mis actos. -Por favor, déjalo estar, sólo déjalo estar.- Básicamente le estaba rogando. Me encargue de mover mis manos hasta las suyas y como acto seguido las puse entre nosotros, mis manos hacían presión, apretaban. La culpa que sentía me consumía por segundo, deseaba tanto poder estar bien, sólo "estar bien", una parte de mi sabía que no merecíamos tal privilegio pero otra parte me pedía ser egoísta, y tristemente esta última siempre suele salir ganadora. -Puedo olvidarlo, olvídalo tu.- Susurré una vez más, la necesidad por guardar un tono de intimidad era tal que susurraba sin ser consciente de ello. -Lo siento.- Hable mejor, firme y hasta con un tono más alto de lo que deseaba. Mis labios se acercaron a su mejilla, besé con lentitud ese espacio donde antes estuvo mi varita, por donde sus lagrimas llegaron a pasearse incluso. Le besé de nuevo, no en la mejilla, no en sus labios, le besé en el cuello, allí mismo donde mis manos se habían posado... No sé qué me hizo creer que mis besos servirían como curación, pero no importaba, yo necesitaba reconfortar su sentir, su duda ante mi cercanía.

-No intentes alejarme.- Volvía a posar mi rostro frente al suyo, mis manos se habían desplazado de las suyas para pasearse tranquilas a lo largo de su antebrazo. Mi mirada estaba fija en sus ojos, necesitaba visualizar cada mínima emoción que estos me pudieran traducir. Quería me mirara, que tuviera la fuerza para hacer caso a lo que le pedía, a cada una de mis palabras como tal. Las ganas de abrazarla crearon un debate entre mi cuerpo y mi mente, entre mis sentimiento y lo que debía hacer, no quería aprisionarla para que no se marchara pero tampoco quería que se dejara llevar por la razón. La quería cuidar, si nuestro beso no lo había dejado claro bien necesitaba un abrazo lo hiciera, yo la protegía. -Sólo por unas horas, Candy... ¿No estaría bien cambiar esas lagrimas por sonrisas? Déjame hacerlo, al menos déjame tranquilizarte.- Ni pensé, sólo hable, estaba siendo sincero y aunque eso pudiera costarme parte del orgullo para tal punto no importaba. No la abracé, sólo la mire.
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